sábado, septiembre 06, 2008

Fragmentos del 1541 al 1560

Mi hermano me escribe acerca de los achaques y penalidades que soporta mi madre : “La vejez es la autocrítica de la naturaleza”.

1541 (Pág. 185 – 8)

Nada resulta más revelador de lo que soy que mi pasión por Isabel de Austria.

1542 (Pág. 185 – 9)

Lo que más me gusta de los judíos es la voluptuosidad con que rumian su insoluble destino. En el fondo, es lo único que verdaderamente les importa.

1543 (Pág. 185 – 10)

Desde siempre soy una veleidad del canto, pero el canto no llega.

1544 (Pág. 185 – 11)

En épocas sin profetas nos ocupamos de la interpretación de los sueños y en ellos buscamos la imágen del porvenir.

1545 (Pág. 185 – 12)

Si fuera creyente, dejaría este mundo a sus acérrimos paladines, sin avisar a nadie. Pero incluso careciendo fe, en el punto en que me encuentro, debería romper con todo e irme a vivir a un desierto cualquiera.

1546 (Pág. 186 – 1)

En mi vida lo que cuenta son esas noches en que, una tras otra, mis certidumbres se vienen abajo.

1547 (Pág. 186 – 2)

Para ser sincero, el cristianismo lo ha echado todo a perder. Un aguafiestas. Siglos y siglos inútilmente profundos. Lo que lamento haber estado alimentándome de su substancia. Me he atiborrado. ¡Maldición, mil veces maldición!

1548 (Pág. 186 – 3)

Llevo bastante tiempo sumido en el dolor y sus derivados. En estos últimos días, especialmente..., no sé como he podido llegar a la cincuentena. He nacido para disfrutarlo todo, poseo un fondo alegre que sólo mi mala salud ha viciado. Un eterno malestar que no cesa de amargarme y que surge de la contradicción entre mis inclinaciones primitivas y mis humores adquiridos.

1549 (Pág. 186 – 4)

No logra uno cierta serenidad hasta que no hemos agotado la piedad por nosotros mismos.

1550 (Pág. 186 – 5)

He aquí una de las pocas cosas de las que estoy seguro : la única razón por la que los hombres viven en común es para atormentarse, para hacerse sufrir los unos a los otros. Nunca me cansaré de machacar esta evidencia.

1551 (Pág. 186 – 6)

Apenas he empezado a tramar un pensamiento, le pierdo el hilo. Es la trama lo que le falta a mi espíritu. Y, por seguir con la metáfora, ¿hay algo más descosido que mi “genero”?

1552 (Pág. 186 – 7)

Estoy hueco, vacio, y no hay en mi interior ni rastro de “música”. El espíritu arrasado para siempre. ¿Cómo he podido llegar a este extremo? ¿Cómo ha sido posible?

1553 (Pág. 186 – 8)

20 de octubre . Desde hace algunos días veo, en el último piso del hotel de enfrente, a alguien (¿un americano o un alemán?) que escribe sin cesar a máquina. ¿De dónde le vienen las palabras? ¿Acaso tiene algo que decir? Posee tal pinta de bestia, que nadie le creería ni siquiera capaz de inspirarse en alguna banalidad.

1554 (Pág. 186 – 9)

Acabo de leer algunas páginas que escribí en rumano hace más de veinte años. Mala poesía, si lo fuera..., una especie de “estremecimiento” contínuo que me ha dado náuseas. Si ahora tuviera la vitalidad de entonces, puede que hiciera algo meritorio, en cualquier caso menos penoso. Hay que guardarse de la poesía como de la peste. O bien escribir con franqueza los poemas.
Una sola cosa positiva: logré alcanzar en Paris, durante la guerra, un conocimiento del rumano que me asombra. Leía la Biblia (en nuestro idioma, se sobreentiende) todos los días. Me acuerdo de que vivía al lado e iba a la iglesia de la calle Jean-de-Beauvais [una iglesia ortodoxa rumana de París], en busca de libros “religiosos”. De ese modo remonté hasta las mismas fuentes de la lengua. Hoy, al contemplar lo que escribí en aquella época, debo reconocer que mis esfuerzos de antaño no han dado los frutos que esperaba.

1555 (Pág. 186 – 10) (Pág. 187 – 1)

El sufrimiento no conduce necesariamente a la modestia: más bien es al contrario. Porque cuanto más se sufre, más importante se cree uno, incluso aunque el exceso de sufrimiento nos lleve a una sensación de vacío. Esa sensación, además, es perfectamente compatible con el orgullo.

1556 (Pág. 187 – 2)

Aunque posea todos los méritos, un ambicioso no puede ser honesto más que en la superficie. Confiémos únicamente en los indiferentes.

1557 (Pág. 187 – 3)

No conozco en este mundo nada más misterioso que el agua.

1558 (Pág. 187 – 4)

Para mí no hay mayor placer que poder partirle la boca a quien quiera. Es del todo punto malsano eso de refrenar los impulsos que nos exigen la eliminación de aquellos a quienes execramos.

1559 (Pág. 187 – 5)

Acabo de repasar mi “cuaderno” de hace seis años [el de 1957]. ¡Qué desconcierto, cuánta amargura y cuánto veneno! Estoy conmocionado por la gravedad de mi depresión.

1560 (Pág. 187 – 6)

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