jueves, agosto 21, 2008

Fragmentos del 1521 al 1540

¡Haber sufrido tanto y no ser capaz de decir sobre el dolor más que evidencias!

1521 (Pág. 183 – 8)

8 de octubre . He estado hoy un par de horas en unos grandes almacenes. De repente, escogiendo en los sótanos del Louvre una cuchara de madera, sentí –una revelación bastante frecuente en mi vida- que no pertenezco a este mundo nuestro, que mi sitio no está entre los hombres.

1522 (Pág. 183 – 9)

Se escribe con mucho más ánimo cuando uno conserva sus convicciones que cuando las ha perdido. Estimulan el espíritu al limitarlo; sin ellas, éste se ensancha hasta el extremo de carecer de perfiles. Se idenfica con el todo, pero no tiene nada en nombre de lo que pueda divagar.

1523 (Pág. 183 – 10)

Sólo me animo cuando ataco. Pero, ¿a quien atacar y por qué?

1524 (Pág. 183 – 11)

El espíritu lo cuestiona todo por principio, al cabo de miles de interrogaciones y análisis, con una casi completa apatía práctica, en una situación que el abúlico precisamente conoce de entrada y por instinto. Porque la apatía es una perplejidad congénita.

1525 (Pág. 184 – 1)

Cuando empecé a reflexionar adopté una actitud desengañada y después no la ha abandonado.

1526 (Pág. 184 – 2)

Cuando pienso en las pasiones, en el ardor de mi juventud, celebro haber llegado a esta acritud plana, al penoso vacío en el que vegeto.

1527 (Pág. 184 – 3)

Domingo por la tarde. Paseo por calles que conozco y me pateo... ¡desde hace veinticinco años! Monotonía, desolación, fealdad... Vivir en una ciudad de la que ya nada puede sacarse es un contrasentido y una estupidez. He desgastado París tanto como al mismo tiempo yo me he consumido. Ni por un lado, ni por el otro cabe esperar ya la menor sorpresa ni la menor decepción.

1528 (Pág. 184 – 4)

Todo pensamiento que no esconde alguna aspereza me aburre.

1529 (Pág. 184 – 5)

Racine pedía en su Testamento que se le enterrara en Port-Royal, por mucho que –sostenía- no poseyó las virtudes de los solitarios más que como “estéril admirador” .

1530 (Pág. 184 – 6)

La literatura francesa, una lengua que sobre todo hubiera cobrado un giro muy distinto si Amyot hubiera traducido la Biblia.

1531 (Pág. 184 – 7)

Lo que me lleva a permanecer ajeno a toda religión es mi incapacidad para imaginarme dandole las gracias por su ayuda a cualquiera. Me siento más cercano a la sabiduría pagana que al cristianismo o al brahmanismo.
El éxito actual del taoísmo se debe a que el Tao es algo radicalmente difuso..., a que permite a los occidentales adoptar una creencia religiosa sin tener que comprometerse con sus exigencias.
Como el Dios personal no es una apuesta, nos orientamos de vez en cuando hacia religiones que lo reemplazan bajo un nombre vago, por una entidad cualquiera a la que, se sobreentiende, no hay que rendirle cuentas.

1532 (Pág. 184 – 9)

Yo quiero “salvarme” solo, sin la ayuda de nadie.

1533 (Pág. 184 – 10)

Llevo la desesperación en la sangre..., no como un sentimiento o una actitud, sino como una realidad fisiológica -no me atrevo a llamarla física-. La desesperación es mi fe, mi fé innata.

1534 (Pág. 185 – 1)

Todas las enfermedades son incurables. Incluso el catarro. De todas formas, siemrpe vuelven, tornan a despertar cuando ya las creíamos curadas, porque en el fondo sólo estaban durmiendo.
La salud es una enfermedad adormilada.

1535 (Pág. 185 – 2)

A decir verdad, nadie puede soportar que se haga abstracción de uno, y a poca conciencia que se tenga de los propios méritos, tampoco se tolera la indiferencia de los demás. Pero mientras se dependa de la opinión de los otros, la vida es un infierno.

1536 (Pág. 185 – 3)

Pese a mi horror a las enfermedades y los enfermos, no puedo sin embargo presumir de buena salud con seriedad.

1537 (Pág. 185 – 4)

La única forma como un escritor puede conservar una brizna de su prestigio es dejando de escribir.

1538 (Pág. 185 – 5)

Dante y el Maestro Eckhart, los dos espíritus más profundos y apasionados de la Edad Media.

1539 (Pág. 185 – 6)

Atardecer a lo largo del Viosne, más allá de Pontoise.
Las hojas secas cayendo sobre el agua: una evanescencia simbólica por partida doble.

1540 (Pág. 185 – 7)

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