Por haber querido convertirse en un santo, ya que nada en su naturaleza le empujaba a ello, Tolstoi debió desembocar en la tristeza, el asco y el horror.
1321 (Pág. 163 – 2)
Sólo puede amarse a aquellos que son destruídos por haber apuntado demasiado alto. “Conócete a tí mismo” es una máxima esterilizante. Cuando uno se conoce, no corre ya ningún riesgo, se rehúsa a tener un destino.
1322 (Pág. 163 – 3)
El menor constipado que pillo degenera en sinusitis, con dolores de cabeza y una sensación casi ininterrumpida de idiotez. ¡Vaya un calvario de vida! Pero nadie quiere creerme, porque, a pesar de todo, tengo un aspecto saludable. Sin embargo tres o cuatro meses al año me los paso sin escribir, dedicado en exclusiva a mis enfermedades. No puedo forzar la “válvula” cerebral, no estoy preparado para esa pesadez que me deja durante tanto tiempo inutilizable.
1323 (Pág. 163 – 4)
Quitadle al hombre la facultad, o mejor dicho, la voluptuosidad de quejarse y le habréis arrancado todos sus recursos, le habréis arrojado a la desolación más absoluta.
1324 (Pág. 163 – 5)
Si Bach consigue que no necesite para nada a los demás músicos, no veo al escritor que logre lo mismo con el resto de sus colegas..., ni siquiera Shakespeare. Se cansa uno de las palabras, sean éstas de Macbeth o de Lear; pero nunca de los sonidos, cuando forman parte de ciertos motetes, de ciertas cantatas.
1325 (Pág. 163 – 6)
Un alma cantarina..., valga esta expresión ridícula, ¿hay algo más hermoso, más elevado?
1326 (Pág. 163 – 7)
Va a hacer falta que luche con todas mis fuerzas contra mi tendencia a la desesperación.
1327 (Pág. 163 – 8)
La vida se agota en el miedo a la muerte; y eso es todo. Quien no sienta este miedo no es más que un viviente. Ha sobrepasado la condición humana y ha caído por debajo de ella.
1328 (Pág. 163 – 9)
Cuando se está demasiado ocupado con la idea de la muerte, uno pierde todos sus recursos ante la muerte misma.
1329 (Pág. 163 – 10)
26 de mayo de 1963 . Noche pasada al raso de la pesadilla.
1330 (Pág. 164 – 1)
Leo el Diario del año de la peste de Daniel Defoe. Un libro lleno de horrores de los que me gustan, a la medida de mis deseos. Me regocijo en lo negro, en todo lo que evoca mi insaciable tristeza.
1331 (Pág. 164 – 2)
Mi drama es pretender conducirme como un sabio, mientras me comporto en todo momento como un “desesperado”.
1332 (Pág. 164 – 3)
El hombre..., el gran Profanador.
1333 (Pág. 164 – 4)
Vivo en la desolación cuando no tengo ningún motivo para ello; ¡cuando tenga uno, Señor!
1334 (Pág. 164 – 5)
¿Qué libro coger en esos momentos difíciles, ante nuestras pruebas capitales? ¡Hay bien pocos! ¿Y cuando reflexionamos acerca de la rareza de éstos, a qué achacarlo, sino a la imposibilidad del consuelo? El tiempo, sólo el desgaste cura las penas; los consejos no sirven para nada, todavía menos los “pensamientos”.
1335 (Pág. 164 – 6)
No hay originalidad alguna, ni en la vida ni en el arte, sin “mal gusto”.
1336 (Pág. 164 – 7)
Mientras vivo bajo lo tremebundo, encuentro palabras para exprimirlo; después de conocerlo bien por dentro, después de serlo, no encuentro ninguna más.
1337 (Pág. 164 – 8)
Aunque nos pese, es imposible no perder la razón.
1338 (Pág. 164 – 9)
30 de marzo . Noche atroz. Un dolor constante en las piernas. Treinta años de neurósis (¿). No quiero saber lo que tengo, he terminado con los médicos, he terminado con...
1339 (Pág. 164 – 10)
Por decirlo de mala manera, vivo en la categoría de Lo Fúnebre.
1340 (Pág. 164 – 11)
1321 (Pág. 163 – 2)
Sólo puede amarse a aquellos que son destruídos por haber apuntado demasiado alto. “Conócete a tí mismo” es una máxima esterilizante. Cuando uno se conoce, no corre ya ningún riesgo, se rehúsa a tener un destino.
1322 (Pág. 163 – 3)
El menor constipado que pillo degenera en sinusitis, con dolores de cabeza y una sensación casi ininterrumpida de idiotez. ¡Vaya un calvario de vida! Pero nadie quiere creerme, porque, a pesar de todo, tengo un aspecto saludable. Sin embargo tres o cuatro meses al año me los paso sin escribir, dedicado en exclusiva a mis enfermedades. No puedo forzar la “válvula” cerebral, no estoy preparado para esa pesadez que me deja durante tanto tiempo inutilizable.
1323 (Pág. 163 – 4)
Quitadle al hombre la facultad, o mejor dicho, la voluptuosidad de quejarse y le habréis arrancado todos sus recursos, le habréis arrojado a la desolación más absoluta.
1324 (Pág. 163 – 5)
Si Bach consigue que no necesite para nada a los demás músicos, no veo al escritor que logre lo mismo con el resto de sus colegas..., ni siquiera Shakespeare. Se cansa uno de las palabras, sean éstas de Macbeth o de Lear; pero nunca de los sonidos, cuando forman parte de ciertos motetes, de ciertas cantatas.
1325 (Pág. 163 – 6)
Un alma cantarina..., valga esta expresión ridícula, ¿hay algo más hermoso, más elevado?
1326 (Pág. 163 – 7)
Va a hacer falta que luche con todas mis fuerzas contra mi tendencia a la desesperación.
1327 (Pág. 163 – 8)
La vida se agota en el miedo a la muerte; y eso es todo. Quien no sienta este miedo no es más que un viviente. Ha sobrepasado la condición humana y ha caído por debajo de ella.
1328 (Pág. 163 – 9)
Cuando se está demasiado ocupado con la idea de la muerte, uno pierde todos sus recursos ante la muerte misma.
1329 (Pág. 163 – 10)
26 de mayo de 1963 . Noche pasada al raso de la pesadilla.
1330 (Pág. 164 – 1)
Leo el Diario del año de la peste de Daniel Defoe. Un libro lleno de horrores de los que me gustan, a la medida de mis deseos. Me regocijo en lo negro, en todo lo que evoca mi insaciable tristeza.
1331 (Pág. 164 – 2)
Mi drama es pretender conducirme como un sabio, mientras me comporto en todo momento como un “desesperado”.
1332 (Pág. 164 – 3)
El hombre..., el gran Profanador.
1333 (Pág. 164 – 4)
Vivo en la desolación cuando no tengo ningún motivo para ello; ¡cuando tenga uno, Señor!
1334 (Pág. 164 – 5)
¿Qué libro coger en esos momentos difíciles, ante nuestras pruebas capitales? ¡Hay bien pocos! ¿Y cuando reflexionamos acerca de la rareza de éstos, a qué achacarlo, sino a la imposibilidad del consuelo? El tiempo, sólo el desgaste cura las penas; los consejos no sirven para nada, todavía menos los “pensamientos”.
1335 (Pág. 164 – 6)
No hay originalidad alguna, ni en la vida ni en el arte, sin “mal gusto”.
1336 (Pág. 164 – 7)
Mientras vivo bajo lo tremebundo, encuentro palabras para exprimirlo; después de conocerlo bien por dentro, después de serlo, no encuentro ninguna más.
1337 (Pág. 164 – 8)
Aunque nos pese, es imposible no perder la razón.
1338 (Pág. 164 – 9)
30 de marzo . Noche atroz. Un dolor constante en las piernas. Treinta años de neurósis (¿). No quiero saber lo que tengo, he terminado con los médicos, he terminado con...
1339 (Pág. 164 – 10)
Por decirlo de mala manera, vivo en la categoría de Lo Fúnebre.
1340 (Pág. 164 – 11)
2 comentarios:
¡que tremendo! , yo no se que hacer cuando termino de leer a Cioran ni cuando empiezo tampoco, un hombre así debió haber escrito el Eclesiastés.
Gracias por publicar esta dinamita sufriente.
DESPUÈS DE LEERLO, TE SUGIERO PERMANECER TUMBADO Y GEMIR, PARA DESPUES REGRESAR A TU MUNDO
Publicar un comentario