lunes, abril 07, 2008

Fragmentos del 1302 al 1320

“Cada hombre del pueblo en rebelión esconde cinco tiranos” (Lutero)

1301 (Pág. 160 – 9)

Cada vez que espero a alguien o que debo ir a una reunión, se apoderan de mí unas ganas locas de trabajar y la inspiración -que habitualmente no pierde la ocasión de rehuir mi compañía- me transporta al septimo cielo..., ¡sin duda porque no ha hecho sus pruebas! ¡Qué complicados son los caminos de la apatía!

1302 (Pág. 161 – 1)

Mi estado de desolación constante se debe a que, sea ilusión o realidad, poseo la convicción de que en todo estoy por debajo de lo que valgo, es decir, que no llego a estar a la altura de mí mismo. Me siento aplastado por el peso de mis irrealizaciones. Mis veleidades, como el correr de un veneno por dentro, me queman. Demasiados remordimientos como para tener pellejo de sabio. La sabiduría no se deja roer, ni golpear. ¡Al diablo, la sabiduría! Ya está bien de esta fijación.

1303 (Pág. 161 – 2)

Desde hace algunos años, la fatiga que tenía distribuída “equitativamente” por mi cuerpo parece haberse concentrado particularmente en la cabeza : todos los días constato esta ruptura del equilibrio y no veo como remediarla.

1304 (Pág. 161 – 3)

Todo lo que de malo y perecedero hay en Marco Aurelio procede del estoicismo; todo lo profundo y duradero, de su tristeza, es decir, del olvido de la doctrina. (Pascal ofrece un caso similar).

1305 (Pág. 161 – 4)

Seis horas pasadas en conversación, avergonzado, con un asco tranquilo.

1306 (Pág. 161 – 5)

Nada nos afecta tanto como ciertos lugares comunes leídos en determinados momentos, sobre todo aquellos que tratan sobre la inestabilidad de las cosas, la vanidad de la gloria y el olvido.

1307 (Pág. 161 – 6)

¡Despreciar a todo el mundo, y luego aceptar los elogios del primero que llega!

1308 (Pág. 161 – 7)

Una frase del Talmud que gustaba a Kafka: “Nosotros los Judíos, como los olivos, solo damos lo mejor de nosotros mismos cuando nos aplastan”.

1309 (Pág. 161 – 8)

Durante el Romanticismo, todos mis defectos me habrían venido maravillosamente....

1310 (Pág. 161 – 9)

¿Cómo un natural de los Cárpatos como yo ha podido llegar a atravesar todos los matices de la saciedad, y a sentir ese regusto por la nada al comienzo y al final de cada día? ¡Lo que debía dar de sí el vigor de mis ancestros!

1311 (Pág. 161 – 10)

20 de mayo de 1963, a las 19 horas. A cada momento, una impresión terrible: el termómetro desciendía vertiginosamente hasta el cero y, en mi sangre, la misma operación se repetía a la misma velocidad.

1312 (Pág. 162 – 1)

El drama de Kierkeggard : la nostalgia de ser una excepción, la imposibilidad absoluta de vivir como todo el mundo. Esa “astilla en la carne”, que retorna a menudo a su lecho de muerte... ¡Y todo por su incapacidad física de contraer matrimonio!

1313 (Pág. 162 – 2)

Entre Epicuro y Marco Aurelio, diferencias aparentes únicamente. Tanto uno como el otro me ayudan a vivir, no abandono sus compañías. Séneca, al lado de ellos, no es más que un charlatán.

1314 (Pág. 162 – 3)

Sólo tengo de cristiano el gusto por torturarme, por complicar inútilmente mi conciencia y mis días.

1315 (Pág. 162 – 4)

De vez en cuando dejo de leer la prensa (por una semana o dos, a veces durante más de un mes). Me animo incluso a dejar de leerla totalmente. ¡Qué paz! Un baño de intemporalidad cotidiano. En París, pero tan lejos de los acontecimientos como si viviera en un lejano caserío.

1316 (Pág. 162 – 5)

Hace tiempo empecé a escribir un artículo sobre la enfermedad. El artículo avanzaba..., hasta que caí enfermo (gripe, sinusitis, etc.). Y después, no sabía que decir sobre el tema.

1317 (Pág. 162 – 6)

En los últimos tiempos me ha dado por los clásicos de la Antigüedad (Epicuro, etc., etc.). Por un tonto afán de variedad, volví a sumergirme en Kierkegaard; para mí es un veneno leerle, tan escasamente pagano él, que hasta carecía de “arte de vivir” alguno y fue víctima de su propia alma (algo inimaginable para un espíritu antiguo).

1318 (Pág. 162 – 7)

Pienso en mis baladas de los Cárpatos, en ese silencio sobre las cumbres desnudas, donde no se oía más que el estremecimiento de algunas brisas de hierba. ¿Dónde encontrar el equivalente a esos recuerdos? ¿Qué he vivido después que pueda hacerme olvidar esos momentos de soledad?

1319 (Pág. 162 – 8)

Si se quiere ser feliz no se debe hurgar en la memoria.

1320 (Pág. 163 – 1)

1 comentario:

Ana dijo...

Perdón, creo que "en lo alto" es más apropiado que "allá arriba", como creo que escribí en la traducción que propuse de E.Dickinson