domingo, octubre 08, 2006

Fragmentos del 621 al 640

Escribir una “Metafísica del adiós”.

621 (Pág. 78 – 10)

Entrar en el sueño como en un matadero.

622 (Pág. 78 – 11)

Ese filósofo griego (¿Diodoro?) que hizo de sus cinco hijas otras tantas dialécticas poniéndoles nombres masculinos, y que designaba a sus criados por conjunciones: porque, pero, etc.
Poder soberano sobre el lenguaje, menosprecio también por lo que tiene de arbitrario..

623 (Pág. 79 – 1)

8 de enero de 1962.
No tiene límites la experiencia propia del horror. Caer cada vez más bajo..., en el infinito negativo del alma.

624 (Pág. 79 – 2)

Mi “vocación” era vivir al aire libre, desempeñar un trabajo manual, afanarme en un taller, en un jardín, y no leer ni escribir. En el fondo, la decisión más drástica que jamás he tomado tuvo lugar en 1920, cuando salí de mi pueblo natal, en los Cárpatos, para ir al Liceo, en Sibiu. Más de cuarenta años han transcurrido desde entonces, y sin embargo no consigo olvidar el desgarro que me produjo ese cambio de ambiente, y que de alguna forma todavía puedo sentir.

625 (Pág. 79 – 3)

17 de enero de 1962. Hace dos semanas que he dejado de fumar: dos semanas de suplicio. De ahora en adelante seré más indulgente con los “intoxicados”.

626 (Pág. 79 – 4)

He vuelto a coger un cigarrillo... ¡Qué vergüenza!

627 (Pág. 79 – 5)

Ningún escritor soporta la menor crítica a lo que hace. Bastantes dudas propias tiene, como para afrontar aquellas que los demás conciben en torno a él.

628 (Pág. 78 – 6)

Nunca he escrito una línea sin sentir después una molestia, un malestar intolerable, sin dudar radicalmente de mis capacidades y de mi “misión”. Ningún espíritu clarividente debería tomar la pluma..., a menos que le guste torturarse. La confianza en uno mismo equivale a la posesión de la “gracia”. Que Dios me ayude a creer en mí mismo. ¿No se deberán las conversiones a la imposibilidad de soportar por más tiempo la lucidez? ¿No serán como propias de desollados..., de sus demasiado frecuentes revolcones sobre si mismos? El infierno de conocerse uno mismo, que ni el oráculo ni Sócrates llegaron a adivinar.

629 (Pág. 79 – 7)


A mis ojos, toda soledad es demasiado pequeña, incluso la de la Vacío, incluso la de Dios. Qué terrible exigencia se ha insinuado en mis nostalgias.

630 (Pág. 79 – 8)

¡Suprimir todos los deseos! ¡Tal es mi propósito, mi deseo absoluto!

631 (Pág. 80 – 1)

12 de febrero de 1962.
Me siento fuera de todo, de lo que se dice todo. Han debido echarme mal de ojo. Estoy hechizado. Me sostienen. Pero, ¿quiénes me sostienen?

632 (Pág. 80 – 2)

Días, semanas enteras sin escribir una palabra, sin cruzar palabra con nadie, ni conmigo mismo.
Esta mañana miraba pasar las nubes, me parecía que tocaban, que envolvían mi cabeza. Es preciso que salga de ésta, que empiece a rezar...

633 (Pág. 80 – 3)

Lermontov..., me gusta este hombre. Sus consideraciones sobre el matrimonio... Un Byron ruso que nos hace olvidar al otro –afortunadamente-, al que eclipsa.

634 (Pág. 80 – 4)

El escéptico es el hombre menos misterioso que existe y, sin embargo, a partir de determinado momento, no pertenece a este mundo.

635 (Pág. 80 – 5)

Cada vez que me acerco a Bach me digo que es imposible que todo sea apariencia. Es preciso que exista algo más. Y después, reaparece nuevamente la duda.

636 (Pág. 80 – 6)

Obtenía una gran vanidad de la ventaja de ser desconocido.

637 (Pág. 80 – 7)

Esterilidad sin nombre. Imposibilidad de escribir, de pasar del proyecto a la acción. Una impresión de sequedad e inutilidad cercana a la enfermedad. Un síntoma grave: cada vez tengo, por así decirlo, menos ambición. Y la ambición es, con toda evidencia, el resorte de la actividad.
Para producir es preciso después ser sensible a la opinión de los demás. Ahora soy cada vez más indiferente. Y esto es grave, porque mi soledad no se nutre del orgullo, sino de la indiferencia y de la frialdad en torno a todo –en torno a mí mismo, en primer lugar-.
Los seres vivos no me apasionan. ¿Y si esta pasión sólo estuviera dormida? Eso espero. ¿Pero quién sabe?
Un deslizamiento funesto hacia la sensatez...

638 (Pág. 80 – 8)

Sócrates a Critón, antes de morir: “Nunca hay que hablar impropiamente; pues no se ofende solamente a la gramática, sino también a las almas”.
(Acerca de las palabras de Arvers en su lecho de muerte..., y citar el comentario de Rilke: “Era un poeta, no le gustaba el más o menos”.)

639 (Pág. 80 – 9) (Pág. 81 – 1)

Si analizamos nuestros actos, no hay ninguno, por generoso que sea que, de alguna forma, no sea sancionable y hasta dañino; y hasta es natural que nos inspire el arrepentimiento de haberlo ejecutado, de forma que, en el fondo, no se nos deja otra opción que la abstención y el remordimiento universal.

640 (Pág. 81 – 2)

No hay comentarios: