martes, agosto 01, 2006

Fragmentos del 481 al 500

Cuanto más pienso en la vida como algo ajeno a la materia, más me aterra: no se apoya en nada, representa una improvisación, una tentativa, una aventura, se me antoja tan fragil e inconstante, tan carente de realidad, que no puedo pensar en ella y sus condiciones sin sentir un escalofrio de terror. No es más que un espectáculo, una fantasia de la materia. Dejaríamos de existir si supiésemos hasta qué punto somos irreales. Si se quiere vivir hay que abstenerse de pensar en la vida, de aislarla en el universo, de intentar delimitarla.

481 (Pág. 62 – 9)

Yo nunca he emitido ideas, siempre he sido poseido por ellas. Cuando creo concebir una, es ella la que me sujeta y me avasalla.

482 (Pág. 62 – 10)

Las grandes épocas de la historia se quedan en el “despotismo ilustrado” (Siglo XVIII).
El espíritu no florece entre los excesos de la libertad, ni entre los del terror. Necesita una obligación soportable.
Una época agradable es aquella en la cual la ironia no os lleva a la carcel.

483 (Pág. 63 – 1)

Casi todas las mañanas esta rabia impotente y autodestructiva..., y esta invasión de recuerdos desgarradores, y mi infancia que estalla ante mis ojos.

484 (Pág. 63 – 2)

Soy el resultado de herencias contradictorias, reconozco en mí el carácter de mi padre y de mi madre, sobre todo el de mi madre, vanidosa, caprichosa, melancolica. Además, como no siento la menor inclinación a reprimir mis incompatibilidades (o más bien las suyas en mí), las he cultivado, por el contrario, las he exasperado y motivado.

485 (Pág. 63 – 3)

Desde mi antigua inclinación (hoy bastante atemperada) por Rilke, nunca me había atraido tanto un poeta como Emily Dickinson. Y su mundo, que tan familiar me resulta, aún me lo sería más si hubiera tenido la audacia y la energía de asumir por completo mi soledad. Pero con demasiada frecuencia he dejado de hacerlo, ya fuera por apatía, frivolidad o incluso miedo. He escamoteado más de un abismo, por una mezcla de cáculo e instinto de supervivencia. Hasta el coraje de ser poeta me falta. ¿Será por haber reflexionado demasiado sobre mis gritos? Mis elucubraciones me han llevado a perderme lo mejor de mí mismo.

486 (Pág. 63 – 4)

Del mismo modo que algunos recuerdan con total precisión el día de su primera crísis asmática, yo podría indicar el momento de mi primer ataque de aburrimiento, a los cinco años. Pero ¿para qué? Siempre me he aburrido enormemente. Recuerdo ciertas tardes, en Sibiu, sólo en casa, tirado en el suelo presa de un vacío intolerable. Entonces era adolescente, es decir, que vivía con mayor intensidad aquellos negros humores que a veces ensombrecieron mi infancia, tan feliz ella. Un aburrimiento terrible, generalizado, en Berlín, sobre todo en Dresde, después en París, sin olvidar el año que pasé en Brasov, donde escribí Lacrimi si Sfinti, del que me dijo Jenny Acterian que era el libro más triste jamás escrito.
No hay sentimiento más disolvente. No sólo te hace percibir la insignificancia universal, sino que te impulsa a ahogarte en ella. Sensacíon de zozobra, de hundirse sin remedio, sin remisión, de tocar el fondo de la nada; infinito negativo, que desemboca siempre en uno mismo, éxtasis de la nada, atolladero en el... desierto.

[De lágrimas y santos, publicado en Bucarest en 1937. Traducción española en Tusquets Editores, Col. Marginales nº 100, Barcelona, 1998]

487 (Pág. 63 – 5) (Pág. 64 – 1)

Aburrirse, sentirse inconsustancial al mundo.

488 (Pág. 64 – 2)

Siempre he visto el cielo cubierto como una bendición. El día soleado os invita a salir, es indiscreto, organiza vuestra vida, os revela también lo que de mórbido hay en vuestras aspiraciones religiosas, el lado demoníaco de vuestras veleidades místicas.

489 (Pág. 64 – 3)

Es igual de difícil soportar el anonimato que la notoriedad cuando se tiene la mala suerte de ser un “escritor”.

490 (Pág. 64 – 4)

¿Y si hay menos impostura en la literatura que en la sabiduría?

491 (Pág. 64 – 5)

15 de agosto de 1960.
La Misa en si menor. Pronto hará tres años que perdí el contacto con la música. Estaba muerto, Bach me ha resucitado.
492 (Pág. 64 – 6)

1 de septiembre de 1960.
Ideas y sentimientos confusos y turbios (expresados bastante claramente), así poco más o menos podría definir mis diversos opúsculos.

493 (Pág. 64 – 7)

¡Curiosa, la Antigüedad! Puesto que el hombre no es más que “el sueño de una sombra” (Píndaro), lejos de concluir en la abdicación, preconizan el amor a la gloria, la única prueba para ellos que evidencia la inanidad universal. Los Modernos han perdido ese sentimiento de gloria (con la excepción de Napoleón, que es un hombre de la Antigüedad..., de ahí lo episódico de su aparición).

494 (Pág. 64 – 8)

Ante el teléfono, el automóvil, ante cualquier instrumento siento un invencible arranque de disgusto y de horror. Todo lo que el genio técnico ha producido me inspira un terror casi sagrado. Sensación de ajeneidad total delante de todos los símbolos del mundo moderno.

495 (Pág. 64 – 9)

En toda angustia, incluso metafísica, queda un resto de apatía. Porque la angustia, en todas sus formas, es construcción, répliegue, huida y malestar.

496 (Pág. 65 – 1)

Un crápula metafísico, ése es el fondo de nuestra naturaleza...

497 (Pág. 65 – 2)

“Todo lo que las horas me traen es para mí un fruto sabroso, ¡oh Natura!”.
Es posible que sea a ese consentimiento a lo que hay que tender. Marco Aurelio..., ese reproche.

498 (Pág. 65 – 3)

Debe amarse lo fulgurante, no lo brillante.

499 (Pág. 65 – 4)

Ser tan inactual como una piedra.

500 (Pág. 65 – 5)

No hay comentarios: