miércoles, julio 26, 2006

Fragmentos del 461 al 480

Nadie ha estado más desarmado ante la “vida” que yo. Llevar a cabo la menor tarea práctica me parece una heroicidad. La vertiente exterior de la existencia me es completamente extraña. Cuando era joven, envidiaba a los pastores de los Cárpatos, y hoy todavía más. Todo lo que destaca de la civilización me parece una señal de decadencia, de estancamiento y de desolación.

461 (Pág. 60 – 6)

D., al que dije que desde hace treinta años vivo en hoteles y que no he conseguido echar raices en ningun sitio, me respondió, con la arrogancia de ser Judío, que yo era el “granuja errante”.

462 (Pág. 60 – 7)

No me entiendo más que con aquellos que no pertenecen a patria alguna. Mis profundas afinidades con los Judíos.

463 (Pág. 60 – 8)

Siempre me ha gustado todo lo que destinado a perecer. Y nada tiene más encanto para mí que las cosas sin mañana. Esa química efímera de la que se componen nuestros días.

464 (Pág. 60 – 9)

La idea del suicidio es la más estimulante que existe.

465 (Pág. 61 – 1)

20 de julio de 1960. Desde hace diez años, sueño con un apartamento. Mi sueño se ha realizado, pero no me ha aportado nada. Ahora echo de menos los años de hotel. La posesión me hace sufrir más que la indigencia.
¡Por cierto..., he vivido en hoteles desde 1937!

466 (Pág. 61 – 2)

¡Tenerse a uno mismo, que Dios me perdone semejante decadencia!

467 (Pág. 61 – 3)

“Tu voluntad es tu cárcel“, dice San Buenaventura. Y, en efecto, la voluntad es una cadena, un apetito, una sujección, un entregarse comparable al poder que sobre nosotros ejerce la mujer. Salvarse, buscar la liberación, es desatarse, alejarse del reino de la voluntad.

468 (Pág. 61 – 4)

Vivir en una isla diminuta, aburrirse y rezar, rezar y aburrirse...

469 (Pág. 61 – 5)

Soy la sucesión de mis momentos, de mis humores, en vano busco mi “yo”, o mas bien no lo encuentro más que cuando mis apariencias se volatizan, en la orgía de mi aniquilación, cuando precisamente lo que llamo mi “yo” se suspende y anula. Es preciso destruirse para encontrarse: la esencia es sacrificio.

470 (Pág. 61 – 6)

Quienes sostienen que todas las aberraciones actuales y todos los excesos que nuestro siglo ha conocido se deben al alejamiento de Dios olvidan muy deprisa que la Edad Media fue un período todavía más cruel que nuestra época, y que la fe, lejos de atenuar nuestra ferocidad, más bien la exacerba. Pues toda fe es pasión y ésta significa tanto una tendencia a sufrir como a hacer sufrir. Desde que cejamox de ser objetox y de amoldarnos a la materia, al universo indiferente y frío, hemos caído en las locuras y en la desmesura del alma fogosa, y que no existe más que en tanto en cuanto ella misma se devora.

471 (Pág. 61 – 7)

Nada como esas interminables horas en vela para sentir cómo corre el tiempo, hechas una con la noche, la esencia misma de la noche, noche líquida.

472 (Pág. 61 – 8)

El valor intrínseco de un libro no depende más que de la calidad y la importancia del sujeto; de ahí que los teólogos sean los mejores escritores...
Lo esencial no es el hecho literario, e incluso puede aventurarse el valor de un escritor por su forma de abordar y presentar lo accidental y lo ínfimo. En las artes sobre todo cuentan los detalles, y sólo en segundo lugar el conjunto. La maestria supone limitación.

473 (Pág. 61 – 9) (Pág. 62 – 1)

Lo que vuelve el pasado interesante es lo que cada generación considera de una forma diferente. De ahí la incansable novedad de la Historia.

474 (Pág. 62 – 2)

Un refrán de un místico musulman digno del Maestro Eckhart: “La verdad que no destruye a la criatura no es una verdad”.

475 (Pág. 62 – 3)

Arrastrarse dulcemente como un caracol y dejar su rastro, con modestia, aplicación y, en el fondo, indiferencia..., con una tranquila y anónima voluptuosidad.

476 (Pág. 62 – 4)

Lo que me ha faltado es la voluntad de hacer una obra. Una carencia propia de espíritus de segundo orden.

477 (Pág. 62 – 5)

Todo lo que pervive en nosotros y fuera de nosotros llega a la vez por suerte y por desgracia. Doble faceta de cada acontecimiento, imposibilidad de ver un solo lado de las cosas, naufragio en la ambivalencia.

478 (Pág. 62 – 6)

Me he embriagado de nostalgias, igual que otros de ilusiones. Adquirir esa reputación en lo irreparable, tal ha sido siempre mi empeño.

479 (Pág. 62 – 7)

Reflexionar es colocar la vida alrededor de uno, evacuar lo real, no conservar del mundo más que el pretexto necesario para los interrogantes y los tormentos del espíritu. La reflexión suprime, lo aniquila todo..., salvo a ella misma.

480 (Pág. 62 – 8)

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