lunes, junio 26, 2006

Fragmentos del 401 al 420

Si yo hablara como los nativos, nunca me las hubiera ingeniado para escribir bien, y ello con todo lo que la indagación estilística comporta de coqueteria y de vanas sutilezas.
El secreto de una habilidad reside en un defecto más o menos oculto.

401 (Pág. 53 – 8)

Desde hace algunos dias una fiebre pertinaz que el termometro no registra; él, siempre en torno a los 37 grados... Pero yo, me noto a medio cocer o mi razón se está evaporando...

402 (Pág. 54 – 1)

Unos buscan la Gloria, otros la verdad. Yo me atrevo a colocarme entre los últimos. Una tarea irrealizable es más seductora que una meta accesible. La aprobación de los demás, ¡vaya una humillación en la que poner la mira!

403 (Pág. 54 – 2)

Conversación con D. : Es inteligente, sobre todo se hace el inteligente, intenta parecerlo. Casi todos los espíritus brillantes que he conocido eran vanidosos en grado sumo. Por lo demás la vanidad no es un defecto de orden intelectual.

404 (Pág. 54 – 3)

12 de marzo de 1960. He pasado la mañana en un estado de aguda nostalgia, nostalgia de todo, de mi país, de mi infancia, de todo lo que he malogrado, de tantos años inútiles, de todos esos días en los que no he llorado... La “vida” no me sienta bien. Estoy hecho para una existencia de salvaje, en absoluta soledad, fuera del tiempo, en medio de un paraíso crepuscular. He llevado hasta el vicio mi tendencia a la tristeza.

405 (Pág. 54 – 4)

La cercanía de la primavera disuelve mi cerebro. Es la estación que más temo. Sensación de melodía gélida, alma muda, postrada, en la que se apagan miles de llamadas.

406 (Pág. 54 – 5)

Baudelaire, al que no leo desde hace bastantes años, no es hombre en quien piense a menudo.
Ciertos espíritus sólo me interesan en su dimensión fúnebre.

407 (Pág. 54 – 6)

Debería escribir un Tratado de las lágrimas. Siempre tengo unas inmensas ganas de llorar (en esto me parezco a los personajes de Tchekhov). Lamentarlo todo mientras contemplo el cielo fijamente durante horas..., en eso empleo mi tiempo, mientras esperan mis trabajos y por todos lados se me exhorta a la actividad.

408 (Pág. 54 – 7)

“La alegría es la pasión por la cual el alma pasa a una perfección mayor. La tristeza es una pasión por la cual el alma pasa a una menor perfección” (Spinoza).
¿Es verdad?

409 (Pág. 54 – 8)

No tengo ninguna aptitud para la filosofía: sólo me interesan las actitudes, y el lado patético de las ideas...

410 (Pág. 55 – 1)

Un error sostenido con energía vale más que una verdad expresada de forma indolente.
El destello de las herejías, la insipidez de las ortodoxias.

411 (Pág. 55 – 2)

Sólo son profundos los sentimientos que se ocultan. De ahí la fuerza de los sentimientos viles.

412 (Pág. 55 – 3)

Sólo puedo vivir lejos de donde soy..., allí donde se me considere extranjero. Una patria (¿mi patria?) me parece algo tan lejano e inaccesible como el antiguo Paraíso.

413 (Pág. 55 – 4)

“No escribas sobre la nieve”, un aviso de Pitágoras. ¿Cuál será el sentido? ¿La falta de duración?

414 (Pág. 55 – 5)

Voy de dolencia en dolencia. Mi cuerpo es mi verdugo. No alcanzo a comprender como he podido acumular tantos años sin sucumbir ante tamaña carga.

412 (Pág. 55 – 6)

Casi todos mis amigos son unos desollados, de una susceptibilidad enfermiza. Precisamente pensando en ellos escribí sobre el rencor. ¿Acaso generalicé en demasia al creerlo algo común a todos los hombres? No lo creo.

413 (Pág. 55 – 7)

No poseo nostalgia más que de una cosa: del Paraíso. Y puede que de España.

414 (Pág. 55 – 8)

No puedo leer nada sobre las “Islas Afortunadas” de los antiguos o sobre las “Islas de Oro” de los chinos de la época taoísta, sin experimentar una suerte de desfallecimiento físico. ¡Cómo no sentirse tan ajeno a este mundo, si la menor alusión al Paraíso -o a la menor cosa o expresión que me lo recuerde-, desencadena en mí una tormenta de pesares!

415 (Pág. 55 – 9)

Todos mis “escritos” carecen de soltura. Es la maldición de los que escriben poco, de los que no se expresan como “respiran”. Autor por accidente, no cojo la pluma más que para liberarme de una opresión momentánea.

416 (Pág. 55 – 10)

El Zen. Ocurrencias que redimen de la obsesión y la búsqueda de la salud. En último término, una acrobacia con el absoluto.

417 (Pág. 55 – 11)

La tristeza, en su paroxismo, suprime el pensamiento y se torna una especie de delirio vacío.

418 (Pág. 56 – 1)

“Cuando sueña, el hombre nunca duda”, dice un refrán chino.

419 (Pág. 56 – 2)

Escribiendo un ensayo sobre la esencia del hombre (¡), me doy cuenta de lo bien que quedaría redactarlo en tono de confesión. Es el género autobiográfico por excelencia.

420 (Pág. 56 – 3)

1 comentario:

Sir John More dijo...

Bueno, Jorgewic, éste no es un comentario para ser publicado. Es sólo una indicación de que en esta entrada, aunque se titula "Fragmentos del 401 al 420", aparecen repetidos los fragmentos del 421 al 440. Si cuando pueda enredarme en la lectura en francés (como te dije, mis conocimientos de este idioma son escasos) observo algún detalle en mi opinión mejorable (cosa que, por este desconocimiento, dudo), y si no te importa, te lo haré saber. Gracias de nuevo por tu trabajo.

Juanma