lunes, junio 12, 2006

Fragmentos del 381 al 400

De golpe, felicidad sin límites, una visión extática. Y ello, porque he visto a mi recaudador de impuestos guardando cola ante la comisaría de policía donde había ido para recoger el carnet de identidad, a una enfermera poniéndome una inyección, y cosas por el estilo. Misterios de nuestra química interior, metamorfósis que confundiría a un demonio y pulverizaría a un ángel.

381 (Pág. 51 – 6)

En Francia basta con ser insolente para crearse una reputación de inteligente o de ingenioso, o...
En Francia, la insolencia hace las veces del ingenio y la inteligencia.

382 (Pág. 51 – 7)

Hoy, en casa de J. Supervielle, hablabamos de J. C. Le he llamado inmundo y se han escandalizado. Dominique Aury y Paulhan sostenían que no merece ese epíteto, que no llegaría muy lejos.
Lo acepto. Es decir, que es un fracasado inmundo.
Un hombre sin dimensiones.

383 (Pág. 51 – 8)

Dos épocas en las que me hubiera gustado vivir: el siglo XVIII francés y la Rusia zarista...
El aburrimiento elegante y el aburrimiento taciturno, crispado, infinito...

384 (Pág. 52 – 1)

No he conocido estados de dicha desbordante más que después de los trastornos nerviosos, los insomnios prolongados, los dolores sin motivo y las ansiedades intolerables. ¿Compensación o conclusión natural?

385 (Pág. 52 – 2)

Cada instante me manda un apremio (que esquivo). Decididamente, he fallado a mi deber para con el Tiempo.
No existo más que por mis lagunas, mis deserciones, mis huídas. Una existencia totalmente negativa. Me rebelo contra todos mis buenos propósitos y los abandono con saña, con una perseverancia digna de mejor causa.

386 (Pág. 52 – 3)

H. M. ha escrito tres libros sobre la mescalina. Esa necesidad de profundizar, esa insistencia, no es francesa. Ventajas e inconvenientes de haber nacido en Bruselas.

387 (Pág. 52 – 4)

Antes de su enfermedad, D. era historiador. Después, tropezó con la metafísica. El francés necesita una caída, un “abismo”, para abrirse a la pura divagación.

388 (Pág. 52 – 5)

¡Tener un jornal, qué demostración de impotencia para coordinar sus pensamientos! Es lo propio de un espíritu discontínuo, destrozado en sus raíces, complice y víctima en última instancia de las fluctuaciones del momento, de su momento. Incapaz de meditación, se piensa a sí mismo... Es más, la filosofía rebajada a calendario íntimo.

389 (Pág. 52 – 6)

Más se conoce, menos se apuesta por uno. Propósito de un devastado...

390 (Pág. 52 – 7)

Mi artículo sobre el rencor, el más valiente de los que he escrito sobre el prójimo y, de todas mis elucubraciones, las que menos eco han suscitado... Nadie se ha visto reconocido. Es que el espejo carecía de tacha alguna.

391 (Pág. 52 – 8)

Lo máximo a lo que la prosa puede aspirar es a ser rozada por lo sublime; desde el momento en que está impregnada, se torna ridícula, ampulosa, pesada.

392 (Pág. 52 – 9)

Francia, un país de aficionados, y, aspecto positivo de su diletantismo, el único del mundo donde el matiz importa todavía.

393 (Pág. 52 – 10)

Quisiera apartar de mí todo exceso, y sin embargo nada me gusta más que los acentos apasionados y el posible grito que cada verdad esconde. Un don de más, un suplemento de gracia, un verdadero amor por el recogimiento, ¡y qué místico hubiera sido! Pero, por más que lo intento, me quedo sin dar ese paso decisivo. ¡Cuántas voces se apagan en mí! ¡Malditos aquellos indignos de su alma, que valen menos de lo que son!

394 (Pág. 53 – 1)

Jacqueline Pascal, Lucile de Chateaubriand, Mme. de Beaumont y, entre los hombres, Joubert..., espíritus todos ellos a mi gusto.

395 (Pág. 53 – 2)

Esta tristeza, vecina del vertigo... ¡Que no pueda yo ponerme bajo la protección de un ángel! Me dejé tentar por los demonios y, debo ahora pagar ese instante de criminal debilidad eternamente.

396 (Pág. 53 – 3)
Amor por la agonía y horror de la muerte, expío ahora esa contradictoria dualidad que siempre he cuidado con avidez de cínico y de mártir.

397 (Pág. 53 – 4)

B...., fue un muchacho que, mientras era pobre, me hablaba de la inanidad de la vida y, ahora que es rico, no hace otra cosa que relatar cochinadas. No se puede traicionar impunemente a la miseria. Toda forma de posesión es causa de la muerte espiritual.

398 (Pág. 53 – 5)

De vez en cuando me ataca al levantarme por la mañana un sentimiento opresivo de culpabilidad, como si llevara el peso de miles de crímenes...

399 (Pág. 53 – 6)

Es un defecto de elocución, mis balbuceos, mi modo entrecortado de hablar, mi habilidad para farfullar... y, sobre todo, esa punzante obsesión por el acento, que me ha obligado, por contra, a cuidar mi estilo en francés, y a hacerme digno al menos de una lengua a la que masacro, con la palabra, todos los días...

400 (Pág. 53 – 7)

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