miércoles, junio 07, 2006

Fragmentos del 301 al 320

Siempre a propósito de X. Lo que representa, el fenómeno que éste encarna, es inconcebible en otro país que no sea el nuestro, donde las distintas aportaciones étnicas no han sido “soldadas”, fundidas, mezcladas orgánicamente, donde la sangre está, por así decirlo, en barbecho, porque la “cultura” no ha podido ejercer su tarea de individualización al mismo tiempo que de nivelación. Es un monstruo en estado natural, sin educar; su astucia, su falsedad –inmensas, por cierto- carecen totalmente de “barniz”; su hipocresía está sin cubrir; es un impostor ante su gran día, el infame en todo su esplendor, y todo ello precisamente gracias a sus contínuos y evidentes disimulos. Choca su total insinceridad, perceptible hasta en palabras y gestos. O más justamente: no es que sea insincero, sino que encubre la veracidad, o cualquier calculo o el Dios que sea. Y escondiendolo todo, no esconde nada, carece de la mas mínima verosimilitud, algún criterio según el cual pueda comportarse o juzgar. En él no hay más que una enorme terquedad, una voracidad inmunda, una sed de ganancia y de celebridad de lo más vulgares. Es basura, un fanático sin creencias, un demente interesado....

301 (Pág. 41 – 2)

Nada puede echarle a perder completamente a uno, salvo el éxito.
La “gloria” es la peor maldición que puede caer sobre un ser.

302 (Pág. 41 – 3)

La vulgaridad es contagiosa siempre; la delicadeza, nunca.

303 (Pág. 41 – 4)

El dolor es una sensación, el sufrimiento un sentimiento. Por no decirlo bien, una sensación de sufrimiento.

304 (Pág. 41 – 5)
Al pie de los acantilados de Varengeville. Ante ese alarde rocoso, noté hasta el espanto la percepción de la fragilidad, de la inexistencia de todo lo corporal. Y del ridículo de la vida. ¡Cómo nos falta lo permanente! Nunca olvidaré esa revelación, de una intensidad desconocida hasta entonces.

305 (Pág. 41 – 6)

Un gran carácter nunca está abierto, sino cerrado. Su fuerza reside en sus negativas, en la solidez de sus rechazos.

306 (Pág. 41 – 7)

En todo desfallecimiento, en el menor síntoma de desmayo hay algo de voluptuosidad.
¿Será el placer una forma de desintegración?

307 (Pág. 42 – 1)

Toda sensualidad es dolorosa. Un dolor especial, es verdad.

308 (Pág. 42 – 2)

Mis alegrías son tristezas latentes.

309 (Pág. 42 – 3)

Albert Camus se ha matado en un accidente de coche. Muere en un momento en que todo el mundo -y puede que también él mismo- sabía que ya nada tenía que decir y que, viviendo, sólo podía derrochar su desproporcionada –y abusiva- gloria, algo ridícula incluso. Inmensa pena al enterarse de su muerte, ayer noche, a las 11, en Montparnasse. Un excelente escritor menor, grande por haber carecido totalmente de vulgaridad, pese a todos los honores que recayeron sobre él.

310 (Pág. 42 – 4)

X..., se interesa por todo, de ahí sus evidentes debilidades... Atento a lo accesorio, a lo “vivo”, pasa de largo ante lo esencial, no sabe lo que es realmente importante. Penosa y universal dispersión.

311 (Pág. 42 – 5)


6 de enero de 1960


Sólo hablé con Camus una vez, en 1950, creo. He hablado mal de él muchísimo y ahora soy presa de un terrible e injustificado remordimiento. Ante un cadáver –sobre todo si es respetable- me siento impotente. Tristeza incalificable.
312 (Pág. 42 – 6)

Debilidad cercana a las lágrimas. Pero es necesario salvar las apariencias y perseverar en el combate sin creerselo. ¡Qué mal vividor hubiera sido!

313 (Pág. 42 – 7)

La justicia es, literariamente, un ideal mediocre.

314 (Pág. 42 – 8)

Allí donde voy, la misma sensación de despersonalización, de juego baldío e idiota, de impostura, no hacia los demás, sino hacia mí mismo. Finjo interesarme por lo que nada me importa, desempeño constantemente un papel por apatía o por salvar las apariencias, pero no lo siento, porque aquello que me resulta querido está en otra parte. Expulsado del paraíso, ¿dónde encontraré mi lugar, dónde un hogar? Desposeído, mil veces desposeído. Hay en mí como un Hosanna fulminado, himnos reducidos a polvo, una explosión de pesadumbres.
Un hombre para el que no hay patria aquí abajo.

315 (Pág. 43 – 1)

Hablar de negocios cuando no se está en ninguna parte, ¡forcejear con lo cotidiano cuando se vive un drama religioso!

316 (Pág. 43 – 2)

A rastras con la lengua francesa: una agonía en el sentido literal de la palabra, un combate en el que llevo siempre las de perder.

317 (Pág. 43 – 3)

“... Pero Elohim sabe que, el día en que os agotéis, vuestros ojos se abrirán...”.
¡Vuestros ojos se abrirán! ¡He aquí todo el drama del conocimiento! El paraíso consiste en contemplar sin comprender. La vida sólo será tolerable en esas condiciones.

318 (Pág. 43 – 4)

Es posible que el relato de la caída sea lo más profundo que se ha escrito jamás. Eso que se nos dice de que vayamos a probar y sufrir, toda la historia en una página.

319 (Pág. 43 – 5)

“Entonces oyeron la voz de Jahvé-Elohim que pasaba por el jardín con la brisa de la tarde...”.
Leyendo cosas así, sentimos y comprendemos el miedo de Adan. “¿Quién te enseñó que estás desnudo?”.
Dios concedió a Adán y Eva la felicidad, a condición de que no aspirasen ni alcanzasen el saber y el poder.

320 (Pág. 43 – 6)

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