viernes, mayo 26, 2006

Fragmentos del 281 al 300

El hombre marcha inevitablemente hacia la catástrofe. Mientras lograse persuadirme, me interesaría por él, con avidez, con pasión.

281 (Pág. 40 – 1)

La poesía propiamente dicha me parece cada vez más inconcebible; no soporto más lo que tiene de implicita, de indirecta, aquello precisamente que no se dice; entiendo la poesía sin los medios y los suberfugios que habitualmente cuenta.

282 (Pág. 40 – 2)

La originalidad es incompatible con el “buen gusto”, patrimonio y maldición de las antiguas civilizaciones.
No hay genio sin una fuerte dosis de gusto malvado.

283 (Pág. 40 – 3)

Este mundo no tiene más consistencia que lo episódico de una sonrisa.

284 (Pág. 40 – 4)

X, le admiro porque no sabe hasta qué punto es ridículo.

285 (Pág. 40 – 5)

¡Perecer! Una palabra que me gusta mucho..., y que no me evoca, curiosamente, nada irreparable.

286 (Pág. 40 – 6)

Tener “gusto” es sacrificar la conveniencia y amar delicadamente la mediocridad.
Se le opone el gran gusto, el gusto por las alturas, como magníficamente lo llama Hugo.

287 (Pág. 40 – 7)

Entre los espíritus ninguno me gusta más que el ameno o el vehemente.
En el orden de la amenidad, Joubert, Valéry.
En el de la vehemencia, Tertuliano, Nietzsche.

288 (Pág. 40 – 8)

Para que nazca un escéptico es necesario que mil creyentes destrocen el orden.

289 (Pág. 40 – 9)


25 de diciembre de 1959


He recibido de un poeta español una carta de buenos deseos que representa una rata, simbolo, según me escribe, de todo lo que podemos “esperar” del año que viene –1960-.

290 (Pág. 40 – 10)

¡Resfriado seis meses al año! Debería escribir un libro encabezado con el título: Fenomenología de la congestión nasal.

291 (Pág. 40 – 11)

Cuando Mara, la tentadora, intenta apartar de su camino a Buda empleando todas las artes de la seducción y la intimidación, llega a decirle, entre otras cosas: ¿Con qué derecho pretendes tú reinar sobre los hombres y el universo? ¿Acaso has sufrido por el conocimiento?

292 (Pág. 40 – 12)

Y es que, en efecto, la amplitud y profundidad de un intelecto se miden por los sufrimientos que ha asumido para adquirir el saber. Nadie sabe sin haber atravesado ciertas pruebas. Un espíritu sutil puede ser perfectamente superficial. Es necesario pagar cada paso dado hacia el saber. (Servirme de ésto para distinguir a los moralistas: Pascal de un lado, Montaigne del otro).

293 (Pág. 41 – 1)

¡Cómo envidio a los creyentes la suerte que tienen de poder deslizarse hacia la herejía! Por estúpida que sea, una teoría incluída en el Indice está salvada para siempre del ridículo. ¡Desdichados aquellos herejes que la Iglesia no se ha dignado condenar!

294 (Pág. 40 – 2)

Antes de la Antología de moralistas escribir La caída en el tiempo [este libro apareció en 1964 y el primero, titulado, Antología de retratos, en 1996, tras la muerte de Cioran].

295 (Pág. 40 – 3)

Me lleva a la exageración el hastío, la saciedad, la necesidad de sensaciones fuertes, el deseo también de salir de mi marasmo.

296 (Pág. 40 – 4)


31 de diciembre de 1959


Medianoche. Debo pasar mi vida solo, y soñar sin descanso en el Tiempo.

297 (Pág. 40 – 5)


1 de enero de 1960


Hace años que he dejado de leer a Baudelaire, pero pienso en él como si fuera mi autor de cabecera. ¿Será porque sólo él me parece haber llegado más lejos que yo en la experiencia del “hipócrita”?

298 (Pág. 40 – 6)

Encuento por casualidad a X ..., con su desconcertante y sempiterno aspecto de crápula y de loco, pero en el fondo inasible; un hombre que desconoce la noción de “veracidad”, psicológicamente “inexacto” y amoral. Su gran excusa es el desprecio universal que ha logrado suscitar en torno a su persona. Hay algo de serpiente en él. A su lado tengo siempre la sensación de estar a disgusto..., pero con curiosidad. Aterrorizado también, como ante un ser rastrero, molesto por sus prisas. Esos ojos fríos y brillantes, una mirada metálica. Se mezclan en su sangre lo griego y lo eslavo, dos elementos irreconciliables de cuya mezcla sólo puede nacer un monstruo. Subterráneo y arrogante, da la impresión de vértigo, de monumental obsequiosidad. Todo ello comporta, en contrapartida, ciertos dones. Cuando le ví por primera vez, y sin saber nada de él, le dije a M.: “Seguramente tiene talento. Es de lo más horroroso”. Horrible en lo moral y en lo físico.

299 (Pág. 40 – 7)

Escribir acerca de él, Retrato de una serpiente.
P.S. : Si estas notas están desprovistas de misericordia es porque tengo vergüenza. La piedad sigue, en mi caso, al disgusto. ¡Ay, el daño que me hacen algunos!

300 (Pág. 41 – 1)

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