lunes, mayo 15, 2006

Fragmentos del 101 al 120

7 de junio de 1958


Encuentro en un rincón un trozo de queso, estropeado desde hace tiempo. Un ejército de insectos negros en torno. Los mismos bichos que he imaginado consumiendo los últimos restos de un cerebro. Pensar en el cadáver de uno, en las horribles metamorfosis a las que se verá sometido, no deja de ser apacible : eso os vacunará contra las tristezas y angustias; un miedo que destruye otros varios.

101 (Pág. 23 – 1)

La persistencia en mí de las visiones macabras me acerca para siempre a los Padres del desierto. Un eremita en pleno París.

102 (Pág. 23 – 2)

Yo no creo que las virtudes están conectadas, y que teniendo una se las posee a todas. En realidad, no hacen otra cosa que neutralizarse las unas a las otras, son celosas. De ellas proceden nuestra mediocridad y nuestra paralisis.

103 (Pág. 23 – 3)

Señor, ¿porqué no tengo la vocación de la plegaria? No hay nadie en el mundo más cerca de ti, ni más lejano. Una brizna de certidumbre, nada de consuelo, es todo lo que te pido. Pero tu no puedes responder, no puedes.

104 (Pág. 23 – 4)


8 de junio de 1958


Domingo agobiante. Vengo de levantar el párpado de Dios.

105 (Pág. 23 – 5)

Este mismo domingo.
Desde hace treinta años siento correr por mis brazos todos los días un millar de hormigas que velan sin tregua. Un millar de picores cotidianos, a veces apenas perceptibles, a veces dolorosos. Mezcla de malestar y desastre.

106 (Pág. 23 – 6)

Para hacer una obra hay que tener un mínimo de fe (en sí mismo o en lo que se hace). Pero cuando se duda de uno mismo y de sus proyectos, ¡hasta el punto que esa duda se eleva al rango de creencia! Una fé negativa y estéril, que no lleva a nada, sino a complicaciones sin fin, o a gritos sofocados.

105 (Pág. 23 – 7)
París: insectos comprimidos en un bote. Ser un insecto célebre. Toda gloria es risible. Quien a ella aspira ha de tener, en verdad, el gusto por la decadencia.

106 (Pág. 23 – 8)


9 de junio de 1958


El universo explota en mi cabeza. Fiebre intolerable. Estoy a un dedo del Caos. Los elementos de desencadenan. Pierdo pie. ¿Quíen me reconciliará con aquel que soy? Un punto fijo, busco un apoyo y no encuentro otra cosa que incertidumbre y fango, y un incontenible delirio. El ser es un texto borroso, y no encuentro las fuerzas para rehacerlo.

107 (Pág. 23 – 9) (Pág. 24 – 1)

Todo es apariencia..., pero ¿apariencia de qué? De nada.

108 (Pág. 24 – 2)

Hay en mí un fondo de escepticismo sobre el cual nada hace presa, y que resiste el asalto de todas mis creencias, de todas mis veleidades metafísicas.

109 (Pág. 24 – 3)

¡Esta fiebre en estado puro, estéril, y este grito helado!

110 (Pág. 24 – 4)

Tener el sensación obsesiva de nuestra nada no es ser humilde, ni mucho menos. Un poco de humildad, un poco, me haría falta más que a nadie. Pero la sensación de mi nada me infla de orgullo.

111 (Pág. 24 – 5)

Sensación de insecto fijo en una cruz invisible, drama cósmico e infinitesimal, sobre mí la pesadez de una mano feroz e insaciable.

112 (Pág. 24 – 6)

Debo forjarme una sonrisa, armarme con ella, ponerme bajo su protección, tener algo que interponer entre el mundo y yo, camuflar mis heridas, aprender en suma a llevar la máscara.

113 (Pág. 24 – 7)

Una vida de rata, de rodadura, de tristezas inútiles y agotadoras, de nostalgias sin objeto y sin sentido; una nada que se arrastra por los caminos, y se revuelca en sus dolores y burlas...
¡Ah, si pudiera precipitarme en mi esencia! Pero, ¿y si ella estuviera corrompida? Decididamente, yo me anulo y todo me invalida. No hay ni rastro mío en mí mismo.
Cuando los demás han dejado de existir para nosotros, dejamos de existir en torno para nosotros mismos.

114 (Pág. 24 – 7)


21 de junio de 1958


Mi padre murío hace exactamente seis meses.

115 (Pág. 24 – 8)

El hastío retorna, ese hastío que conozco de ciertos domingos de mi infancia, y que poco después devastó mi adolescencia. Un vacio que evacúa el espacio, y contra el cual solo podría defenderme el alcohol. Pero el alcohol me ha defendido, todos los remedios me han defendido. ¡Y se dice que me obstino todavía! ¿Pero en qué persevero? Sin ninguna duda en el ser.

116 (Pág. 24 – 9)

Mi pusilanimidad me ha impedido ser yo mismo. No he tenido el coraje ni de vivir ni de destruirme. Mi camino siempre entre mi cuasi-existencia y mi nada.

117 (Pág. 25 – 1)

“Un solo día de soledad me permite degustar más placeres de los que todos mis triunfos me han dado” (Carlos V).

118 (Pág. 25 – 2)

Con veinte años, tenia un insaciable deseo de gloria (ahora ya no). ¿Y como emprender nada sin él? Ya no me queda mas que el consuelo de un pensamiento íntimo e ineficaz.

119 (Pág. 25 – 3)

Desde hace meses, vivo todos mis momentos de angustia en compañía de Emily Dickinson.

120 (Pág. 25 – 4)

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