Únicamente me interesan aquellas obras que poseen un alcance espiritual. Quiero decir con ello que tres cuartas partes de la literatura me parece inútil.
1681 (Pág. 199 – 12)
Ya he hecho notar otras veces que no puedo concentrarme más allá de un cuarto de hora si tengo el cielo... a mi alcance. Quiero decir que si estoy en una habitación que se abre al horizonte mis pensamientos se deshilachan y devienen esclavos de mis miradas (¡). De hecho, entonces no soy otra cosa que ojos, y caigo en una especie de ensoñación idiota durante horas.
¡Si quieren pensar, cierren sus ventanas, emborronen el infinito!
1682 (Pág. 200 – 1)
Todo aquel que desee avanzar por la senda del espíritu debe guardarse de reflexionar acerca de la literatura.
Lo que cuenta son las experiencias, no los problemas.
1683 (Pág. 200 – 2)
“No he venido a traer la paz...”, y bien cierto es que el cristianismo no la ha traído. Pero con tan agresivas palabras, ¿como no habria de inspirar horror a los ilustrados del paganismo? ¿Puede imaginarse a un estoico profiriendo parecido tipo de sentencias?
1684 (Pág. 200 – 3)
Encuentro tranquilizador haber pasado ya los cincuenta. El mayor esfuerzo ya está hecho, transportada la carga más pesada.
1685 (Pág. 200 – 4)
No me gustan los libros escritos con frialdad. Por otra parte, los que parecen palpitar de calor no dejan de ser enojosos. ¿Cómo hallar el término justo?
1686 (Pág. 200 – 5)
“Cálido impostor”..., ¡con qué gusto aplicaría esta expresión de Leon Daudet sobre Herriot a unos cuantos que conozco!
1687 (Pág. 200 – 6)
De la mañana a la tarde, y algunas horas durante la noche, un monólogo disparatado, de una sandez atestada de relámpagos.
1688 (Pág. 200 – 7)
¡Si pudiera fotografiar mis sueños!
1689 (Pág. 200 – 8)
No olvido que, pese a algunas objecciones que haya podido hacer a los escritores franceses en general, sólo ellos saben darle la vuelta delicadamente a una frase.
1690 (Pág. 200 – 9)
El sentido del ridículo ha asesinado esa majestuosa inclinación mía por la exclamación.
¡Morir de exclamación!
o mejor,
Sus exclamaciones le mataron.
1691 (Pág. 200 – 10)
No es del contacto con las cosas, sino del contacto con los seres donde surge el disgusto.
1692 (Pág. 201 – 1)
Leo y leo..., y salvo honrosas excepciones, no encuentro realidad alguna en las obras que leo. ¿Qué les falta? No sabría decirlo. ¿Algo de peso? Sin duda, pero... ¿qué les confiere peso? Una pasión o una enfermedad..., y no otra cosa. Es preciso, por tanto, que los enfermos y los apasionados posean algún tipo de talento. Lo que está claro, es que el talento sin pasión ni enfermedad no vale nada o casi nada.
1693 (Pág. 201 – 2)
El amargado encontrará en el rigor reposo, pero no la salud.
1694 (Pág. 201 – 3)
Hay una poesía en todo; por ello el género “noble” (¡Rilke!) es, a la larga, insoportable.
1695 (Pág. 201 – 4)
El ruido más intolerable es el que hace el hombre cuando habla o está borracho. Recién llegado a París, en 1938, escribí un artículo en rumano : “Pacatul vocii omenesti” [El pecado de la voz humana”].
1696 (Pág. 201 – 5)
Leo los primeros poemas de Gottfried Benn: Morgue [Depósito de cadáveres]..., habla exactamente de cómo veo yo la vida en ciertos momentos. ¡Y qué gusto contemplar cómo los demás sintieron e imaginaron los mismos horrores que nosotros! Benn hablaba como médico; su visión, por horrible que fuera, es normal y, hasta cierto punto, saludable. Pero, ¡imaginarse las inmundicias de la carne sin necesidad exterior, por simple impuso mórbido!
1697 (Pág. 201 – 6)
Siempre que os encontreis ante un texto demasiado bien escrito, tened por seguro que no pertenece a un sabio.
1698 (Pág. 201 – 7)
Nadie adivinará nunca la tendencia al hastio de que dispongo.
1699 (Pág. 201 – 8)
Acostumbro a desconfiar de casi todo lo que se considera literatura. Formarse una opinión sobre una obra, tras haber sido inspirados por una emoción, sea ésta pequeña o grande, es un error. La emoción engaña siempre, y esto es tanto más lamentable cuanto que, además, no hay literatura alguna en ella. Pero nunca sabemos qué emoción es verdadera y cual falsa hasta que hayamos formulado nuestros juicios.
1700 (Pág. 201 – 9)
1681 (Pág. 199 – 12)
Ya he hecho notar otras veces que no puedo concentrarme más allá de un cuarto de hora si tengo el cielo... a mi alcance. Quiero decir que si estoy en una habitación que se abre al horizonte mis pensamientos se deshilachan y devienen esclavos de mis miradas (¡). De hecho, entonces no soy otra cosa que ojos, y caigo en una especie de ensoñación idiota durante horas.
¡Si quieren pensar, cierren sus ventanas, emborronen el infinito!
1682 (Pág. 200 – 1)
Todo aquel que desee avanzar por la senda del espíritu debe guardarse de reflexionar acerca de la literatura.
Lo que cuenta son las experiencias, no los problemas.
1683 (Pág. 200 – 2)
“No he venido a traer la paz...”, y bien cierto es que el cristianismo no la ha traído. Pero con tan agresivas palabras, ¿como no habria de inspirar horror a los ilustrados del paganismo? ¿Puede imaginarse a un estoico profiriendo parecido tipo de sentencias?
1684 (Pág. 200 – 3)
Encuentro tranquilizador haber pasado ya los cincuenta. El mayor esfuerzo ya está hecho, transportada la carga más pesada.
1685 (Pág. 200 – 4)
No me gustan los libros escritos con frialdad. Por otra parte, los que parecen palpitar de calor no dejan de ser enojosos. ¿Cómo hallar el término justo?
1686 (Pág. 200 – 5)
“Cálido impostor”..., ¡con qué gusto aplicaría esta expresión de Leon Daudet sobre Herriot a unos cuantos que conozco!
1687 (Pág. 200 – 6)
De la mañana a la tarde, y algunas horas durante la noche, un monólogo disparatado, de una sandez atestada de relámpagos.
1688 (Pág. 200 – 7)
¡Si pudiera fotografiar mis sueños!
1689 (Pág. 200 – 8)
No olvido que, pese a algunas objecciones que haya podido hacer a los escritores franceses en general, sólo ellos saben darle la vuelta delicadamente a una frase.
1690 (Pág. 200 – 9)
El sentido del ridículo ha asesinado esa majestuosa inclinación mía por la exclamación.
¡Morir de exclamación!
o mejor,
Sus exclamaciones le mataron.
1691 (Pág. 200 – 10)
No es del contacto con las cosas, sino del contacto con los seres donde surge el disgusto.
1692 (Pág. 201 – 1)
Leo y leo..., y salvo honrosas excepciones, no encuentro realidad alguna en las obras que leo. ¿Qué les falta? No sabría decirlo. ¿Algo de peso? Sin duda, pero... ¿qué les confiere peso? Una pasión o una enfermedad..., y no otra cosa. Es preciso, por tanto, que los enfermos y los apasionados posean algún tipo de talento. Lo que está claro, es que el talento sin pasión ni enfermedad no vale nada o casi nada.
1693 (Pág. 201 – 2)
El amargado encontrará en el rigor reposo, pero no la salud.
1694 (Pág. 201 – 3)
Hay una poesía en todo; por ello el género “noble” (¡Rilke!) es, a la larga, insoportable.
1695 (Pág. 201 – 4)
El ruido más intolerable es el que hace el hombre cuando habla o está borracho. Recién llegado a París, en 1938, escribí un artículo en rumano : “Pacatul vocii omenesti” [El pecado de la voz humana”].
1696 (Pág. 201 – 5)
Leo los primeros poemas de Gottfried Benn: Morgue [Depósito de cadáveres]..., habla exactamente de cómo veo yo la vida en ciertos momentos. ¡Y qué gusto contemplar cómo los demás sintieron e imaginaron los mismos horrores que nosotros! Benn hablaba como médico; su visión, por horrible que fuera, es normal y, hasta cierto punto, saludable. Pero, ¡imaginarse las inmundicias de la carne sin necesidad exterior, por simple impuso mórbido!
1697 (Pág. 201 – 6)
Siempre que os encontreis ante un texto demasiado bien escrito, tened por seguro que no pertenece a un sabio.
1698 (Pág. 201 – 7)
Nadie adivinará nunca la tendencia al hastio de que dispongo.
1699 (Pág. 201 – 8)
Acostumbro a desconfiar de casi todo lo que se considera literatura. Formarse una opinión sobre una obra, tras haber sido inspirados por una emoción, sea ésta pequeña o grande, es un error. La emoción engaña siempre, y esto es tanto más lamentable cuanto que, además, no hay literatura alguna en ella. Pero nunca sabemos qué emoción es verdadera y cual falsa hasta que hayamos formulado nuestros juicios.
1700 (Pág. 201 – 9)
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