miércoles, diciembre 03, 2008

Fragmentos del 1681 al 1700

Únicamente me interesan aquellas obras que poseen un alcance espiritual. Quiero decir con ello que tres cuartas partes de la literatura me parece inútil.

1681 (Pág. 199 – 12)

Ya he hecho notar otras veces que no puedo concentrarme más allá de un cuarto de hora si tengo el cielo... a mi alcance. Quiero decir que si estoy en una habitación que se abre al horizonte mis pensamientos se deshilachan y devienen esclavos de mis miradas (¡). De hecho, entonces no soy otra cosa que ojos, y caigo en una especie de ensoñación idiota durante horas.
¡Si quieren pensar, cierren sus ventanas, emborronen el infinito!

1682 (Pág. 200 – 1)

Todo aquel que desee avanzar por la senda del espíritu debe guardarse de reflexionar acerca de la literatura.
Lo que cuenta son las experiencias, no los problemas.

1683 (Pág. 200 – 2)

“No he venido a traer la paz...”, y bien cierto es que el cristianismo no la ha traído. Pero con tan agresivas palabras, ¿como no habria de inspirar horror a los ilustrados del paganismo? ¿Puede imaginarse a un estoico profiriendo parecido tipo de sentencias?

1684 (Pág. 200 – 3)

Encuentro tranquilizador haber pasado ya los cincuenta. El mayor esfuerzo ya está hecho, transportada la carga más pesada.

1685 (Pág. 200 – 4)

No me gustan los libros escritos con frialdad. Por otra parte, los que parecen palpitar de calor no dejan de ser enojosos. ¿Cómo hallar el término justo?

1686 (Pág. 200 – 5)

“Cálido impostor”..., ¡con qué gusto aplicaría esta expresión de Leon Daudet sobre Herriot a unos cuantos que conozco!

1687 (Pág. 200 – 6)

De la mañana a la tarde, y algunas horas durante la noche, un monólogo disparatado, de una sandez atestada de relámpagos.

1688 (Pág. 200 – 7)

¡Si pudiera fotografiar mis sueños!

1689 (Pág. 200 – 8)

No olvido que, pese a algunas objecciones que haya podido hacer a los escritores franceses en general, sólo ellos saben darle la vuelta delicadamente a una frase.

1690 (Pág. 200 – 9)

El sentido del ridículo ha asesinado esa majestuosa inclinación mía por la exclamación.
¡Morir de exclamación!
o mejor,
Sus exclamaciones le mataron.

1691 (Pág. 200 – 10)

No es del contacto con las cosas, sino del contacto con los seres donde surge el disgusto.

1692 (Pág. 201 – 1)

Leo y leo..., y salvo honrosas excepciones, no encuentro realidad alguna en las obras que leo. ¿Qué les falta? No sabría decirlo. ¿Algo de peso? Sin duda, pero... ¿qué les confiere peso? Una pasión o una enfermedad..., y no otra cosa. Es preciso, por tanto, que los enfermos y los apasionados posean algún tipo de talento. Lo que está claro, es que el talento sin pasión ni enfermedad no vale nada o casi nada.

1693 (Pág. 201 – 2)

El amargado encontrará en el rigor reposo, pero no la salud.

1694 (Pág. 201 – 3)

Hay una poesía en todo; por ello el género “noble” (¡Rilke!) es, a la larga, insoportable.

1695 (Pág. 201 – 4)

El ruido más intolerable es el que hace el hombre cuando habla o está borracho. Recién llegado a París, en 1938, escribí un artículo en rumano : “Pacatul vocii omenesti” [El pecado de la voz humana”].

1696 (Pág. 201 – 5)

Leo los primeros poemas de Gottfried Benn: Morgue [Depósito de cadáveres]..., habla exactamente de cómo veo yo la vida en ciertos momentos. ¡Y qué gusto contemplar cómo los demás sintieron e imaginaron los mismos horrores que nosotros! Benn hablaba como médico; su visión, por horrible que fuera, es normal y, hasta cierto punto, saludable. Pero, ¡imaginarse las inmundicias de la carne sin necesidad exterior, por simple impuso mórbido!

1697 (Pág. 201 – 6)

Siempre que os encontreis ante un texto demasiado bien escrito, tened por seguro que no pertenece a un sabio.

1698 (Pág. 201 – 7)

Nadie adivinará nunca la tendencia al hastio de que dispongo.

1699 (Pág. 201 – 8)

Acostumbro a desconfiar de casi todo lo que se considera literatura. Formarse una opinión sobre una obra, tras haber sido inspirados por una emoción, sea ésta pequeña o grande, es un error. La emoción engaña siempre, y esto es tanto más lamentable cuanto que, además, no hay literatura alguna en ella. Pero nunca sabemos qué emoción es verdadera y cual falsa hasta que hayamos formulado nuestros juicios.

1700 (Pág. 201 – 9)

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