jueves, octubre 30, 2008

Fragmentos del 1641 al 1660

Cada vez más adopto un punto de vista de viejo sobre los problemas diarios. Siento miedo y horror frente al desorden, a la iniciativa, a los jóvenes y a los pobres, a todos los descontentos..., al porvenir, en suma. Me inclino, como todos los mendigos, por el statu quo.

1641 (Pág. 195 – 9)

No soporto ni los poemas desaliñados, ni los excesivamente elaborados. Y sin embargo así son los que por todas partes nos proponen. Es algo de lo más penoso.

1642 (Pág. 195 – 10)

¿Para qué abrir un libro de fulano o mengano? Ya sé que desde hace tiempo no tiene nada que decir..., pero él prefiere aburrir a ser olvidado.
A partir de cierto momento, todo el mundo no hace más que repetirse, tanto el artista como el erudito, el delicado como el vulgar. Y quien intenta renovarse de vez en cuando, lo consigue únicamente a base de sucesivas renuncias. Cambia de rostro, ya no es él. En el fondo, en la vida se puede profundizar o ser superficial, quiero decir que se puede evolucionar, pero lo que nunca puede uno es metamorfosearse. No existe la mutación en la vida espiritual. Porque todas nuestras crisis, igual que todos nuestros cambios, estaban virtualmente en nosotros.

1643 (Pág. 195 – 11) (Pág. 196 – 1)

En una obra de arte no es el contenido, sino la forma, lo que apesta a moho. En poesía el verso melódico caduca y exaspera; en prosa todo lo excesivamente rebuscado, todo lo demasiado bien escrito. Una cierta incisividad en la inconclusión me parece la seña esencial de modernidad.

1644 (Pág. 196 – 2)

Un arte se debilita cuando toma prestadas demasiadas cosas de otro vecino. Parecerse en lo bueno lo más posible a la música..., idea funesta para la poesía, fantasía descabellada del poeta. No hay que pedir a las palabras lo que por naturaleza no pueden dar.

1645 (Pág. 196 – 3)

Leo un libro repleto de anecdotas sobre Georg Simmel, por sus alumnos y amigos. Hace treinta años era mi filósofo preferido..., aunque entonces lo ignoraba casi todo acerca de su vida. Y mira por dónde este libro me ha revelado una multitud de detalles que, curiosamente, me han conmovido tanto como lo hubieran hecho en mi juventud.

1646 (Pág. 196 – 4)

Todos esos filósofos que hablan de la Historia..., y que, visiblemente, carecen de cultura historica alguna.

1647 (Pág. 196 – 5)

Hacia 1820 Hegel era el gran filósofo del momento. Por esos mismos años, Schopenhauer se esfuerza por descollar en la universidad, pero fue un completo fiasco. Apenas tenía alumnos. Cincuenta años después, es el Filósofo de moda y su pensamiento campea por las aulas de la época, en detrimento de Hegel, el cual ha vuelto a ganar de nuevo a un Schopenhauer con quien nuestro siglo no quiere nada.

1648 (Pág. 196 – 6)

Debo volver al fragmento propiamente dicho. Mi espíritu funciona de un modo que no puede “construir” ni ir más allá de una serie de esbozos.

1649 (Pág. 196 – 7)

¡Tener que vivir en el alelamiento que de ordinario sigue a toda crísis epiléptica sin haber padecido nunca ninguna! ¡Luchar sin cesar contra la opacidad que invade al espíritu!

1650 (Pág. 196 – 8)

Cuando pienso en la acumulación de inteligencia, reflexión y tiempo que se ha desperdiciado para justificar el milagro (???) de la Trinidad, se me llevan los demonios. ¡Y sin embargo, qué importa si nuestro pensamiento se aplica, teniendo excusa para ello, a un motivo u otro mientras legitime los esfuerzos que ese pensar le reclama y que no puede dejar de reclamarle!

1651 (Pág. 197 – 1)

He notado que todos los que poseen una voz melodiosa no hacen más que patentar una cierta insuficiencia mental.

1652 (Pág. 197 – 2)

Un malhumor..., casi sin tregua. Y conozco la razón: no cumplo con mi deber, no llevo a cabo ninguno de mis proyectos. Sólo adquirir un compromiso me pone ya en un estado parecido a la pesadilla. Huir, huir..., el único secreto de mi vida. Debo estar poseído por la pasión inconsciente de lo inacabado. Aunque, seguramente, lo que me agarrota es un miedo desmesurado a prevalerme de otra cosa ajena a mi incapacidad para tomar parte en lo que sea. Para mí, lo supremo pasa por la abstención.

1653 (Pág. 197 – 3)

He soportado bastantes cosas por comparar mi situación con la de fulano o mengano, menos envidiable. Pero esta clase de consuelo es falsa, por no decir perversa. Suscita en nosotros dos sentimientos igualmente viles, por cuanto nos hace desear que los demás sean más desgraciados que nosotros, sin tener en cuenta que esto no nos ayuda nada en lo más crudo de nuestra desgracia, sino solamente después, cuando ha pasado ya el pánico o lo insoportable.

1654 (Pág. 197 – 4)

De todas las personas interesantes que he conocido, casi ninguno poseía talento, salvo lo de ser justamente interesantes.

1655 (Pág. 197 – 5)

Debo a la Providencia la facultad de no realizarme.

1656 (Pág. 197 – 6)

En todas las esferas del arte y de la vida únicamente merecen atención los incomprendidos. ¡Morir despreciado!

1657 (Pág. 197 – 7)

He leído no sé dónde que Goar (¿acaso un poeta? ¿un santo? ¿un loco?) colgó como por descuido su abrigo en un rayo de sol....

[Milagro atribuido a San Goar, durante el II Concilio de León en 1214, en presencia del Papa Gregorio]

1658 (Pág. 197 – 8)

Felicidad y deseo de gloria son incompatibles. La felicidad, como dijo Aristóteles, pertenece a quienes se bastan a sí mismos.

1659 (Pág. 197 – 9)

Si se quiere escribir e incluso pensar, hay que abstenerse de analizar lógicamente el lenguaje.

1660 (Pág. 198 – 1)

1 comentario:

Ana dijo...

El 1653, relacionado también al 1649....
Me he preguntado varias veces por qué este hombre parecía esmerarse en padecer un tanto más que lo inevitable... Bueno, parece que lo de su malhumor lo tenía bastante claro. Una contradicción entre el movimiento del deseo que hay en un proyectar entorpecido quizás por una inconsciente pasión por lo inacabado, o parece que con más seguridad por su valoración de la abstención, al punto de temer que prevalezca en él otra cosa que su incapacidad para tomar parte en algo... Con deseos así divergentes, el malhumor está asegurado. La concreción de algún proyecto debía darle a su vez una sensación de realización parcial que entorpecería la facultad que agradece en el 1656.
Hay algo interesante, aunque muy duro, que Umbal dice de él en alguno se los artículos que publicaste. Un día trataré de releer eso.
De tanto en tanto escribe algo que es como un descanso entre tanta dureza y acidez. Como lo de Goar en el 1658. Como milagro no me lo creo, pero qué imágen poética... Y eso de "como por descuido"...
En cuanto al 1654, me da esa misma sensación de perversidad ese supuesto consuelo, más allá de que a veces se nos cruce por la mente, de tanto oírlo, pero, como él dice, jamás en el momento en que estás en medio del dolor o el sufrimiento.
Y circulan unos powerpoints en que te hacen ver toda clase de atrocidades en el mundo, madres o padres llorando hijos muertos en la guerra, niños desnutridos, incluso esa famosa foto del Pulitzer del niño con el buitre o lo que fuera al lado, ya merodeando,... y cuando piensas que al final dirá algo sobre los responsables, o sobre cambiar algo de todo eso, te dice que agradezcas a dios porque no te está pasando eso que les pasa a otrxs...
Sólo un perverso y quizás débil mental puede haber escrito eso...

Un beso