sábado, octubre 04, 2008

Fragmentos del 1601 al 1620

He visitado, en la plaza des Vosgues, el Museo Victor Hugo. Ni siquiera intento comprender por qué no me interesa nada de su vida, ni de su obra.

1601 (Pág. 191 – 8)

La idea de volver a encontrarme con otros escritores me pone francamente enfermo. Contemplar el reflejo de los defectos propios empeorados es intolerable. Y después no hay quien aguante lo vanidoso que me pongo.

1602 (Pág. 191 – 9)

El día de ayer (6 de noviembre), sólo, a lo largo del Oise, entre Beaumont y Boran. Nada hay más hermoso en el mundo que recorrer la orilla de un rio en otoño, pasearlo, hundirse en el agua, sin esfuerzo, sin prisa, sin que nada nos recuerde la mano del hombre...

1603 (Pág. 191 – 10) (Pág. 192 – 1)

De la angustia puede decirse lo mismo que se dice del mar...

1604 (Pág. 192 – 2)

El soltero no es un egoísta, como suele decirse, sino alguien a quien no le gusta martirizar a nadie. Asociarse con alguien, sea para casarse o para cualquier otra cosa, es poder achacarle al otro todos los fastidios que sentimos o encontramos. Toda forma de vida en común supone la voluntad de descargar sobre los demás nuestros malos humores.

1605 (Pág. 192 – 3)

Acabo de oir Ramona, la canción de moda en 1929, cuando abandoné Sibiu para ir a Bucarest, a la Universidad. El comentarista la encuentra ridícula, lo cual es cierto, pero a mí me permite recordar un período de mi vida mucho mejor que los mayores esfuerzos de memoria o el mismo regreso a los lugares de mi juventud.

1606 (Pág. 192 – 4)

Madame de Staël habla de la pedantería de la ligereza entre los franceses.

1607 (Pág. 192 – 5)

15 de noviembre de 1963. Noche interminable que me hace evocar el verso de Rilke : “In solche Nächte wissen die Unheilbaren: wie waren” [En noches como ésta saben todos los incurables: hemos sido...”, de Das Buch der Bilder].

1608 (Pág. 192 – 6)

Escribir sobre otro es reconocer que no tenemos nada que decir sobre nosotros mismos.

1609 (Pág. 192 – 7)

Leo en la Etica a Nicómano el luminoso capítulo sobre la equidad y la justicia.

1610 (Pág. 192 – 8)

Sólo los malos pensadores ejercen una gran influencia. Un Fourier, que es prácticamente ilegible, dominó por ejemplo todo el siglo XIX en Rusia. Los intelectuales se dividían entre fourieristas y anti-fourieristas; el mismo Dostoievsky pertenecía a los primeros antes de Siberia..., y luego a los segundos. Tolstoi, que le despreciaba con una pizca de envidia, le llamaba siempre “ese fourierista”.

1611 (Pág. 192 – 9)

¡Maldito el escritor o el pensador que crea escuela!

1612 (Pág. 192 – 10)

Todo lo que de viviente permanece en el folklore todavía es anterior al cristianismo... Lo mismo ocurre con todo lo que aún pervive en cada uno de nosotros.

1613 (Pág. 193 – 1)

Me extraña que no envidiemos a quienes poseen la facultad de rezar, y en cambio nos colmen de envidia las riquezas y los éxitos exteriores de los otros. Nos resignamos a la salvación de los demás, nunca a sus prosperidades.

1614 (Pág. 193 – 2)

¿Qué relación puede haber entre la Misa en re menor [BWV 232 de Bach] y la doctrina de una pequeña secta de Judea? ¿Cómo concebir que ésta pueda haber inspirado a aquella? También es verdad que no hay modo de entender como de la sinagoga o las catacumbas se haya podido desembocar en las catedrales góticas... (Una religión por sí misma no es nada: todo depende de la comunidad que la adopta. El cristianismo alemán de ciertos teólogos nazis no tenía nada de absurdo más que desde un punto de vista teórico, doctrinal: desde el práctico, histórico, se correspondía perfectamente con una realidad).

1615 (Pág. 193 – 3)

La vida..., el equilibrio de luto.

1616 (Pág. 193 – 4)

Todo el mundo, sin excepción, se preocupa demasiado. A la salvación por la abulia.

1617 (Pág. 193 – 5)

El artista que busca la originalidad a cualquier precio y de una manera constante cansa pronto, porque nada más insoportable que la monotonía de lo insólito. No hay auténtico arte sin un minimum..., ¿qué digo?, sin una buena dósis de banalidad.

1618 (Pág. 193 – 6)

Lo que cuenta en el arte es la necesidad. Hay que sentir de una manera radical que una obra es necesaria, pues en otro caso no vale nada y aburre..., sentir que si tenemos la impresión, aunque sólo sea por un instante, de que es intercambiable, todo se viene abajo.

1619 (Pág. 193 – 7)

Cada uno de nosotros es prisionero de su propio juego, y mientras somos no hacemos otra cosa que volver a ponerlo en marcha.

1620 (Pág. 193 – 8)

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