jueves, junio 26, 2008

Fragmentos del 1401 al 1420

Una forma eficaz de escamotear las penas : empollarse el diccionario de una lengua desconocida, y buscar especialmente las palabras que sabemos de cierto que nunca vamos a utilizar. El embrutecimiento es un antídoto para todos los males del alma.

1401 (Pág. 170 – 12)

Cuando se está predestinado a la Nostalgia todo lo que no contribuya a ella apenas cuenta.

1402 (Pág. 171 – 1)

¡Qué paradoja la de atormentarse en francés, sufrir en una lengua de gramático, en el idioma menos delirante que existe! ¡Sollozos geométricos!

1403 (Pág. 171 – 2)

Yo he criticado el apetito de gloria. Pero si en este sentido estoy exento, ¿tengo derecho a darme aires de superioridad y a mirarlo con asquito?

1404 (Pág. 171 – 3)

El temor a aburrirme me impide concebir el menor proyecto. Yo encuentro la Vida por todas partes, porque Él lo es todo.

1405 (Pág. 171 – 4)

Es raro contemplar hasta qué punto el tono de una voz o una palabra imprudente puede suscitar en nosotros tal angustia que nos las vemos y deseamos para poder dormir.

1406 (Pág. 171 – 5)

Con nuestra palidez demostramos cuán poco pertenecemos a este mundo.

1407 (Pág. 171 – 6)

El refugio de la irreflexión.

1408 (Pág. 171 – 7)

La poesía y el egoísmo del viento...

1409 (Pág. 171 – 8)

La causa de la esterilidad : el repliegue del pensamiento sobre sí mismo.

1410 (Pág. 171 – 9)

Es “civilizado” cualquiera que consigua disimular sus estados de ánimo y, sobre todo, sus penas.

1411 (Pág. 171 – 10)

Es evidente que aquí abajo no me encuentro en mi elemento.

1412 (Pág. 171 – 11)

Esas noches en que hacemos un recorrido por todas nuestras pesadillas y surgen miles de recuerdos enquistados hace mucho tiempo en los bajos fondos del cerebro.

1413 (Pág. 171 – 12)

Es imposible no sentir un cierto desprecio por esos escritores que han ejercido sobre los demás una influencia desproporcionada con respecto a sus verdaderos méritos. Jean-Jacques [Rousseau], por ejemplo.

1414 (Pág. 171 – 13)

Domingo, 21 de junio de 1963.
En la calle, he comprendido que dos sentimientos contradictorios o más bien sucesivos podrían muy bien nacer al mismo tiempo y coexistir: la angustia y el hastío. Por lo que se refiere a la mezcla, no me siento capaz de describir lo que de ahí resulte.

1415 (Pág. 171 – 14) (Pág. 172 – 1)

No quiero nada, nada, nada, nada... ¡Señor!

1416 (Pág. 172 – 2)

Otra vez vuelve desde mi interior esa música zíngara y, con ella, las mil nostalgias que me devoran. Europa Central me ha marcado para siempre. Nunca se elude el espacio natal, ni los primeros recuerdos.

1417 (Pág. 172 – 3)

Las enfermedades existen para recordarnos que nuestro contrato con la vida puede ser rescindido en cualquier momento.

1418 (Pág. 172 – 4)

Ví el otro día Morir en Madrid, la película sobre la guerra civil hecha con fragmentos y comentarios. ¡Qué espectáculo insensato y, lo que es más grave, qué gratuito todo ese despliegue de crueldad, de rabia por los dos lados, de ejecuciones sumarias...! Ahí todo parecía concebido para divertir al diablo. ¡Y todavía! Si se viera en una pantalla el desfile de las naciones, es decir un simulacro de la historia universal, ¿no sentiríamos acaso la misma impresión de inutilidad, de demencia vana y lamentable?

1419 (Pág. 172 – 5)

Las crisis de desesperación pasan; pero el fondo del cual emanan siempre subsiste y nada puede sacarse de él. Es inatacable e inalterable. Es nuestro fatum.

1420 (Pág. 172 – 6)

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