domingo, febrero 10, 2008

Fragmentos del 1201 al 1220

Domingo, 10 de marzo. He salido a pasear, pero he vuelto de inmediato. Imposibilidad de ver a los demás, su simple “existencia” me parecía inconcebible. No se puede pasear con la cabeza gacha, entre los tormentos de la vergüenza. ¿Y vergüenza de qué? ¡Si lo supiera! ¡Esa idea negra que alberga mi sangre!
Todos mis sentimientos son secuelas de mi desgarro interior.

1201 (Pág. 150 – 7)

“Llorando se divierte el húngaro”. ¿Es un verso o un proverbio magiar? No lo sé. Pero si sé que yo pertenezco a ese mundo, aunque sólo sea por mi pesimismo.

1202 (Pág. 150 – 8)

El escape del trabajo. No importa cuan mezquino sea, me precipito en él -estoy seguro- con tal de no tener que pensar, para evitar el encuentro con lo esencial.

1203 (Pág. 150 – 9)

He nacido para el claustro o la juerga, no para ser un escritor que no escribe.

1204 (Pág. 150 – 10)

Incluso para el remordimiento hay un limite. ¿Lo habré alcanzado? Lo temo.

1205 (Pág. 150 – 11)

Si bien se mira, no hay nadie a quien de verdad pueda envidiarse. ¿Qué conclusión sacamos de ello?

1206 (Pág. 151 – 1)

Mi maldición es tener que vermelas siempre con los problemas, mientras que he nacido para las confesiones.

1207 (Pág. 151 – 2)

He hojeado un libro de imágenes sobre Proust: la moda de 1900 es intolerable, qué impresión de tristeza y de náuseas. El vestuario siempre envejece más que las ideas o los sentimientos.

1208 (Pág. 151 – 3)

El Lenguaje es cada vez menos mi “fortaleza”, mi “dulce hogar”.

1209 (Pág. 151 – 4)

Depende de la gente, pero para mí es una pesadilla: la pobreza, o mejor, el fantasma de la indigencia..., nadie como yo sabe lo que cuesta hacerla frente.

1210 (Pág. 151 – 5)

Pasión por el ser; disgusto por los seres.

1211 (Pág. 151 – 6)

¡Llegar a tener miedo de todo aquello que no sea uno mismo..., miedo, miedo!

1212 (Pág. 151 – 7)

Meditar es introducir un intervalo entre el pensamiento y la palabra. Pocos lo consiguen.

1213 (Pág. 151 – 8)

Tres horas conversación. He perdido tres horas de silencio.

1214 (Pág. 151 – 9)

14 de marzo. Ayer, cena en el centro. Apenas he abierto la boca. Un aburrimiento cercano a la desesperación.

1215 (Pág. 151 – 10)

Ese vacío corrosivo y alegre en cada una de las células del cuerpo..., a eso llamo yo melancolía.

1216 (Pág. 151 – 11)

Kierkegaard : un pensamiento voluble, una profundidad difusa. ¡Qué pena que no haya sabido contenerse!

1217 (Pág. 151 – 12)

Lo más difícil, una vez rotos los lazos entre las personas y las cosas, es volver a acostumbrarse a unas y a otras, a readaptarse a las antiguas ilusiones, volver a retomarlas una a una.

1218 (Pág. 151 – 13)

Es preciso renunciar a tener un juicio de orden moral sobre uno mismo. Nadie es responsable de lo que es, ni puede cambiar su naturaleza. Es algo evidente y todo el mundo lo sabe. ¿Porqué entonces adular o calumniar? Porque vivir es evaluar, emitir juicios, y porque la abstención, cuando no es a consecuencia de la cobardía, exige un esfuerzo agotador.

1219 (Pág. 151 – 14) (Pág. 152 – 1)

Esta angustia sorda que preludia la imbecilidad...

1220 (Pág. 152 – 2)

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