domingo, diciembre 09, 2007

Fragmentos del 1101 al 1120

“Que la demostración de Leibniz sea verdadera, que se admita que, entre los mundos posibles, éste es siempre el mejor, es una demostración que todavía no conlleva teodicea alguna. Porque el creador no solamente ha creado el mundo, sino también la posibilidad misma: por consiguiente, hubiera debido hacer posible un mundo mejor”. (Schopenhauer)

1101 (Pág. 139 – 8)

La Schadenfreude [Esa insana alegría que nos invade al contemplar las desgracias de los demás o el hecho mismo de regocijarse viendo fracasar una empresa cualquiera], una expresión incorrecta. Hay crueldad en todas las situaciones, salvo en la alegría, que es lo más puro que puede llegar a sentirse. El placer puede ser cruel, la desesperación, la tristeza, todo..., salvo, una vez más, la Alegría.

1102 (Pág. 140 – 1)

“La muerte, es cambio de estado tan señalado, tan temido, no es para naturaleza más que el último matiz de un estado precedente...” (Buffon).

1103 (Pág. 140 – 2)

“Debemos delatar nuestra cólera o nuestro odio sólo al actuar. Los animales de sangre fría son los únicos que llevan consigo veneno”. (Schopenhauer).

1104 (Pág. 140 – 3)

El amor es un sentimiento de todo punto anormal, porque viene acompañado de todos los trastornos que de ordinario caracterizan al espíritu trastornado: la angustia, la desesperación, el recelo mórbido, los relámpagos de felicidad, el egoísmo llevado hasta la ferocidad, etc. Es una felicidad de rabioso.

1105 (Pág. 140 – 4)

Nada más insoportable que una mujer que conoce algo a fondo, que estudia un problema, que demuestra tener competencia en materias difusas como el arte o la literatura. Para conservar su encanto, una mujer solamente debe rozar o adivinar; desde el momento en que sabe, pierde todo su encanto.
De la misma forma, nada más exasperante que un poeta que profundiza, que insiste, que quiere agotar un tema o un sujeto. Hace lo contrario de lo que debería si quiere vivir teniendo un punto de vista único. Es preciso rumirar todas las cosas, no meditarlas. Sólo los poetas que han perdido su inspiración vuelven y vuelven sobre el mismo motivo, sólo ellos poseen autoridad acerca de una cuestión cualquiera. El abandono es lo más difícil de conservar del mundo.

1106 (Pág. 140 – 5)

No me entiendo bien con los franceses, porque siempre estoy presto a papar moscas y durante más tiempo que ellos. Sólo puedo ser feliz entre los daneses o los alemanes, entre aquellos que tienen un aire “agilipollado”.
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1107 (Pág. 140 – 6)

Combato la desesperación con la cólera, y la cólera con la desesperación. ¿Homeopatía?

1108 (Pág. 140 – 7)

Juego a olvidar. ¡Como si antes lo hubiera conocido!

1109 (Pág. 140 – 8)

Todo el mundo me pregunta: “¿Qué haces? ¿Para cuándo un nuevo libro?”. Es increíble hasta qué punto se ha instalado entre sus costumbres la necesidad de publicar. Es ya casi una obligación, so pena de ser tomado por un fracasado. Sin embargo, no hay que ceder.

1110 (Pág. 141 – 1)

El tipo de melancolía que padezco no se deja describir con palabras. Necesitaríamos para ello a la música.

1111 (Pág. 141 – 2)

No tengo miedo a la muerte, sino a la vida. Desde que tengo memoria, ésta es la que me parece insondable y aterradora. Mi incapacidad de asumirla. Miedo además de los hombres, como si perteneciera a otra especie. Siempre esa sensación de que mis intereses no coinciden para nada con los suyos.

1112 (Pág. 141 – 3)

Siempre me ha encantado, antes de profundizar en cualquier cosa, verle sus límites. Se trate de un ser, de un objeto, de una idea. Desde ahí arriba, algo así como una intuición. Me lo suelo pasar muy bien. No puedo imaginar un don más funesto.

1113 (Pág. 141 – 4)

“El encanto se ha roto” . ¡Cuántas veces no me habré repetido esa frase..., y con qué crueldad! Porque hay que ser cruel para predisponerse tan rápidamente a la decepción.

1114 (Pág. 141 – 5)

Viendo lo que hacen los demás tengo siempre la impresión -diría que la convicción-, de que puedo hacerlo mucho mejor. ¿Por qué al contemplar lo que yo hago no reaccionaré igual?

1115 (Pág. 141 – 6)

A poco que me encuentre bien la inspiración me abandona, los sujetos mismos me hacen falta. No ha sido casualidad que nada me haya impresionado más que aquellas palabras de Pascal a su hermana, cuando ésta le animaba a cuidarse: “Es que tú no conoces los inconvenientes de la salud y las ventajas de la enfermedad”.
Me acuerdo perfectamente de que después de leerlo, en la biblioteca de la Fundación Carol de Bucarest, tuve que esforzarme para no gritar.

1116 (Pág. 141 – 7)

Hay que sublevarse contra las injusticias, pero no contra la fatiga y la usura del mundo.

1117 (Pág. 141 – 8)

Ningún amigo nos dice nunca la verdad. Por eso el díalogo mudo con nuestros enemigos es tan fecundo.

1118 (Pág. 141 – 9)

Todo el mundo encuentra su mayor amargura al llegar a la cima de su carrera. Podría citar miles de ejemplos.

1119 (Pág. 142 – 1)

No puedo más, no puedo más. ¿Cómo puedo derrochar mis horas de esta manera? Esta mañana, al comprobar que era ya casi mediodía y, como de costumbre, no me había puesto todavía a trabajar, he estado a punto de llorar. Corro hacia mi perdición, evidentemente. ¡Y que nuestro himno nacional, ay, empiece con un “Levántate, rumano, de tu sueño mortal...”, y eso no suscite en mí nada!

1120 (Pág. 142 – 2)

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