martes, noviembre 06, 2007

Fragmentos del 1061 al 1080

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Todo el mundo habla de teorías, de doctrinas, de religiones; de abstracciones, en suma, nadie de cosas vivas, vividas, de primera mano. Es una actividad derivada, abstracta en el peor sentido de la palabra, de la filosofía y el resto. Y todo exangüe. El tiempo deviene temporalidad, etc. Un conjunto de subproductos.
En otro orden de cosas, los hombres ya no buscan el sentido de la vida a partir de sus experiencias, sino de los datos aportados por la historia o tal o cual religión. Si no hay en mí sobre qué hablar relacionado con el dolor o la nada, a santo de qué perder el tiempo estudiando el budismo. Hay que buscarlo todo en uno mismo, y si no encontramos nada, ¡pues hala!, se abandona la búsqueda.
Lo que me interesa es mi vida, y no las doctrinas sobre la vida. Con lo que me gusta recorrer los libros y no encuentro nada directo en ellos, nada absoluto, irremplazable. Por todas partes la misma memez filosófica.

1061 (Pág. 134 – 6)

20 de diciembre. Esta tarde he entrado como por descuido en el Colegio de Francia, en un aula donde el profesor escribía sobre el encerado una serie de fórmulas matemáticas complejas. Durante una hora he estado contemplando con asombrado estupor la incesante magia que parecía surgir de esos signos maravillosos, para mí totalmente ininteligibles. Qué vulgares parecen nuestros trabajos literarios al lado de tamaño ejercicio alucinante, que prácticamente suprime la palabra: además, el profesor no recurrió a ella más que para los retoques. Oh, nada me hubiera gustado tanto como dedicarme a una actividad inaccesible a los profanos, imposible de seguir más que para algunos –contados con los dedos-..., y no lo de escribir artículos que el primer advenedizo puede leer y despreciar.

1062 (Pág. 135 – 1)

Un timbre de gloria envidiable, quizás uno de las más hermosos: atar el nombre propio a la ruina de una religión.

1063 (Pág. 135 – 2)

21 de diciembre. He dormido nueve horas de un tirón, con una interrupción de apenas unos minutos, y al despertar estaba totalmente descansado. Por eso mi espíritu no funcionaba bien...

1064 (Pág. 135 – 3)

Acabo de leer los artículos políticos de Heine, escritos en 1842. Todos ellos envejecidos como es natural, pero al mismo tiempo con su carga de verdad: observaciones profundísimas sobre el carácter de los franceses, sobre su versatilidad; igualmente sus puntos de vista proféticos sobre el comunismo. La apertura de la vía férrea entre Rouen y Orleans le inspiró exactamente las mismas reflexiones que después se hicieron sobre el avión o los ingenios espaciales. En todo momento, una soberana lección de modestia se va despejando para el lector. Son nuestros asombros los que nos hacen formar parte de nuestro tiempo. No embalarse es una divisa saludable, diría que indispensable, para cualquiera que quiera ahorrarse arrepentimientos.

1065 (Pág. 135 – 4)

Es increíble hasta qué punto envejece la menor ternura poética en la prosa. La poesía es el costado perecedero del estilo. Sólo perdura, sólo permanece viva si está implícita, oculta, involuntaria, secreta y al mismo tiempo imperceptible.

1066 (Pág. 135 – 5)

Soy un apasionado que se desvive por retornar a la Indiferencia, sin conseguirlo nunca, salvo en el atajo y la desgracia de la torpeza.

1067 (Pág. 135 – 6)

Regla general : un autor empieza a ser reconocido y celebrado en el momento en que no tiene nada que decir. El advenimiento de la gloria coincide con el de la esterilidad.

1068 (Pág. 136 – 1)

El talento llega al escribir. Es un ejercicio transfigurado.

1069 (Pág. 136 – 2)

Había cogido la costumbre de llorar; de ese modo, lo conseguía todo. Y logró fácilmente sus fines, precisamente porque tenía un método.

1070 (Pág. 136 – 3)

Desde hace años busco una definición de la tristeza... Espero no encontrarla nunca.

1071 (Pág. 136 – 4)

El viento ha estado toda la noche colándose por la chimenea. Mugía y se revolvía atormentado a pocos centímetros de la cama. Una noche de consuelo por la ausencia de música que padezco desde que no voy a los conciertos, ni enciendo la radio.

1072 (Pág. 136 – 5)

En otro sitio he dicho ya que cuando un hombre se identifica completamente con una cosa, padece una especie de genio.

1073 (Pág. 136 – 6)

He rondado a algunos pretendientes a la sabiduría que querían fundar “escuelas” para regenerar espiritualmente a la Humanidad. Todos eran desequilibrados de forma muy evidente. Ninguno de ellos había comprendido la necesidad de comenzar la obra de regeneración por y para sí mismos. En el fondo, lo que querían -de forma inconsciente, es cierto- era comunicar a los demás su desequilibrio, descargar sobre la Humanidad el exceso de contradicciones y deseos caóticos que los abrumaban.

1074 (Pág. 136 – 7)

Todo obseso parece profundo y genial. No es ni lo uno, ni lo otro.

1075 (Pág. 136 – 8)

Nada hay peor que un hombre consciente de sus méritos y que a cada instante da la impresión de creérselo.

1076 (Pág. 136 – 9)

Navidad. Está nevando. Toda mi infancia aflora a la superficie de mi conciencia.
Ayer, durante el paseo, escuché el siguiente diálogo: - “Hace frío”. – “Eso no es nada. Con tal de que no nieve”.
Decididamente, no soy de aquí.

1077 (Pág. 136 – 10)

El concierto para clarinete y orquesta de Mozart. ¡El papel que habrá jugado en mi vida!

1078 (Pág. 136 – 11)

A medida que cumplo años, me despreocupo de los problemas y dejo de interesarme por lo que no sea mi pasado. Es mucho más fácil tener recuerdos que ideas.

1079 (Pág. 137 – 1)

Cuando evoco los años de mi juventud pasados en los Cárpatos debo esforzarme para no llorar. Por una razón muy simple: soy incapaz de imaginar que haya habido nadie con una infancia comparable a la mía. La tierra y el cielo, literalmente, me pertenecían. Hasta mis aprehensiones eran gozosas. Me levantaba y acostaba sintiendome el Creador. Conocía mi bondad.., y presentía que habría de perderla. Un secreto terror corría mis días. Nunca he estado tan alegre como ahora lo pretendo.

1080 (Pág. 137 – 2)
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