lunes, octubre 08, 2007

Fragmentos del 1021 al 1040

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“Por lo que veo, nada permanece”. (Buda)

1021 (Pág. 129 – 3)

3 de diciembre. Ayer por la noche, crísis “fúnebre”. Todo adquiría a mis ojos un semblante mortal, casi diría el rostro de la muerte.

1022 (Pág. 129 – 4)

¡Reumatismo, reumatismo! Treinta años hace ya que lo soporto. Ahora es más bien por los nervios. Durante las olas de frío o de calor, concretamente se me agarra a la pata izquierda. Cuando se me pasa, me deja una sensación de hormigueo bastante irritante. Treinta años de consciencia corporal. Mis “ideas” se resienten, por no hablar de mis estados de ánimo.

1023 (Pág. 129 – 5)

Cuando adoptamos una actitud extrema es difícil convencer a los demás de que somos sinceros. Sin embargo la violencia es sufrimiento, y es incómodo simular el sufrimiento.

1024 (Pág. 129 – 6)

Lo que escribí en La tentación de existir sobre mi país suscitó una ola de protestas que aún está lejos de apaciguarse. Una decena de artículos llenos de injurias, y no todos de encargo. ¿La verdadera razón de esta duradera indignación? Creo que haber dado en la diana al plantear la cuestión de nuestra inferioridad histórica; hice que despertaran algunas conciencias. Me insultan, pero no he hecho sino abrir en los demás una herida que siento como propia. Dudamos de nuestro papel, de nuestro valor, de nuestra misión..., no creemos ya ni en nuestra fuerza interior. Somos uno de los pueblos más lúcidos que hayan existido. Frívolos, cotillas, ligeros..., pero tambien amargos y, pese a nuestro aire fanfarrón, nihilistas hasta la desesperación. Desengañados como nunca debería estar permitido, a escala colectiva. El contacto con mis compatriotas es descorazonador y su influencia disolvente, así sea por tratarse de personas que han comprendido tantas cosas, hasta tal extremo han sido humillados. Esclavos clarividentes.

1025 (Pág. 129 – 7) (Pág. 130 – 1)

Puedo tener tanto orgullo como el que más, pero a veces -a menudo diría-, en cuanto que vuelvo en mi siento ganas de devolver.

1026 (Pág. 130 – 2)

Todas mis contradicciones se deben al hecho de que no se puede amar la vida más de lo que yo mismo no la amo, ni de sentir al mismo tiempo y de una manera ininterrumpida un sentimiento de ajeneidad, de exilio y de abandono. Soy como un glotón que hubiera perdido el apetito de tanto pensar en la inanición.

1027 (Pág. 130 – 3)

Me admira la facilidad con que los demás dejan atrás sus problemas. Yo siempre he sido prisionero y víctima de los míos. Será por eso por lo que me acusan de no haber abandonado aún la adolescencia, justamente la edad en que los problemas no se escamotean.

1028 (Pág. 130 – 4)

X. gusta de ser “profundo”. No es el único. Hay como un cierto regusto en parecer superficial a los ojos de cierto tipo de personas.

1029 (Pág. 130 – 5)

Cuando nos pongamos a pensar en las relaciones existentes entre dos o más personas que trabajen en el mismo sector nunca debemos olvidar la historia de Caín y Abel. Ahí encontraremos la clave de las relaciones humanas; lo demás son teorías y florituras.

1030 (Pág. 130 – 6)

Desde el momento en que creo que todo lo que hacemos es pernicioso y, en el mejor de los casos, inútil..., ¿a santo de qué querrán que yo participe en tal mascarada general? ¿Y por qué habrían de obligarme a ello? Cuando se tienen convicciones como las mías, todo aquello que se emprende para escamotear la muerte revela un deshonor.

1031 (Pág. 130 – 7)

Yo tenía a Lucian Blaga [1895-1961, poeta, filósofo y dramaturgo rumano] en un pedestal, como diría un cursi. Creía que estaba por encima de todos nosotros, que planeaba, despreocupado o meditabundo, ajeno a nuestras sempiternas querellas, incapaz de reaccionar como los balcánicos, con sus extrañas poses y sus celosas reacciones febriles. La lejanía lo había embellecido, lo conservaba en mi memoria con sus trazos puros, estimaba su silencio, su aparente falta de temperamento y de vulgaridad. ¡Pero mira por dónde, el dios se ha venido abajo! No podía ser de otra forma. Helo aquí, humano y despreciable, como todos nosotros (¡aunque ahora esté muerto, desgraciadamente!).
(No debería ser tan duro con alguien al que he estimado durante tanto tiempo. Pero esas páginas agrias y de tan injustificada maldad que escribió sobre mí y que acaban de salir de entre sus papeles, dos o tres años después de su muerte, tienen una pinta de testamento, de injuria de ultratumba..., que me impiden ser todo lo objetivo que me gustaría).

1032 (Pág. 130 – 8) (Pág. 131 – 1)

Sólo nuestros males nos otorgan alguna “profundidad”. Comportara ésta carácter, una mejoría sería fatalmente superficial.

1033 (Pág. 131 – 2)

Me he enfrascado en las palabras, como otros en los negocios.

1034 (Pág. 131 – 3)

Cuando se tiende con tanta facilidad a la desesperación, ésta carecer de valor y de sentido (y sin embargo, no por ello es menos terrible).

1035 (Pág. 131 – 4)

Algunos escriben sobre cuanto de puro hay en ellos, con toda su inocencia; en lo que a mí respecta, no puedo escribir sobre otra cosa que de mis escorias. Escribo para purificarme. Por ello mis obras sólo dan una imagen incompleta de lo que soy.

1036 (Pág. 131 – 5)

Wordsworth acerca de Coleridge: “Eternal activity without action”. Estas palabras me impresionan por mil motivos.

1037 (Pág. 131 – 6)

De Wordsworth también : “Los dioses aman la profundidad y no el tumulto del alma”.

1038 (Pág. 131 – 7)

El hombre que se retira. Genialidad del abandono. Transfiguración por la derrota.

1039 (Pág. 131 – 8)

Sólo me gusta un tipo de escritores de los cuales nunca se habla y de entre los que sobresale Joubert. Escritores de la penumbra.

1040 (Pág. 131 – 9)
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