miércoles, abril 25, 2007

Fragmentos del 761 al 780

Mi terror al estilo difuso me ha traído funestas consecuencias: he perdido el gusto por la escritura.

761 (Pág. 96 – 4)

Si al menos supiera dónde me encuentro en relación con el hombre....

762 (Pág. 96 – 5)

“El estilo es el arte de las fórmulas”, dijo alguien. Más o menos es el único género de estilo que poseo.

763 (Pág. 96 – 6)

El hecho de que este instante, el que acaba de pasar, pertenezca irremediablemente al pasado me deja helado. Varias veces al día siento ese espanto que me hace tomar aguda consciencia del tiempo.

764 (Pág. 96 – 7)

¡Cuántas veces no habré tenido la sensación de que no hay problema alguno del que desconozca la clave! Pero en cuanto que hay que ponerse a indicar cuál era el problema y cuál la solución...

765 (Pág. 96 – 8)

Creer de repente que se sabe tanto como Dios acerca de todas las cosas, y despertar también de pronto de tamaña ilusión.

766 (Pág. 96 – 9)

Aparte esos raros momentos que me reconcilian conmigo mismo, mi existencia es la de un miserable, un derrotado, un arrastrarse afligido y architriste.

767 (Pág. 96 – 10)

Mi “pensamiento” se reduce a un diálogo con mi voluntad, con las deficiencias de mi voluntad.

768 (Pág. 96 – 11)

Desde que puedo recordar, siempre he sentido auténtico terror ante todo acto de responsabilidad. Mi opuesto: el ejercicio de la autoridad. Tanto en la escuela como en el Liceo, obligaba a mis padres a hacer gestiones para que no me nombraran “monitor”. Incluso ahora, la mera idea de que alguien pudiese depender de mí o de que soy responsable de su “vida” me vuelve loco. El matrimonio me ha parecido siempre una aventura desproporcionada para mis fuerzas morales.

769 (Pág. 96 – 12) (Pág. 97 – 1)

No siento ninguna atracción por el prójimo. Sin embargo, empujo el descontento de uno hasta el delirio. Detesto a los demás en la misma medida en que me detesto a mí mismo. Quien se odia no ama a nadie. Ni el mismo demonio es tan sagaz como para desenredar los hilos o seguir los rodeos del odio hacia uno mismo.

770 (Pág. 97 – 2)

¡Esa desagradable manía que tengo de pensar contra alguien o contra algo! ¿No se deberá tal necesidad de pelearse con todo medio intelectual a una maldad insatisfecha o incluso a una cobardía vital? Lo cierto es que, con la pluma en la mano, saco un coraje que nunca recobro ante el enemigo.

771 (Pág. 97 – 3)

La indiferencia..., el ideal del loco.

772 (Pág. 97 – 4)

Leo una biografía de Madame Tallien. Sólo hay destino en las revoluciones y los imperios.

773 (Pág. 97 – 5)

La historia de Francia..., una historia por encargo. Ahí todo es perfecto..., desde el punto de vista teatral. Es una historia interpretada. Acontecimientos para espectadores. A ello se debe que Francia haya gozado, durante diez siglos, de una increíble actualidad, de una boga perpetua.

774 (Pág. 97 – 6)

La historia universal no se detiene más que ante los pueblos que, en un momento dado, han poseído el monopolio de la gloria.

775 (Pág. 97 – 7)

El escéptico es la desesperación del diablo. Porque el escéptico, al no estar aliado a nadie, no puede prestar ayuda alguna ni para lo bueno ni, sobre todo, para lo malo. No coopera en nada, ni siquiera consigo mismo.

776 (Pág. 97 – 8)

Excepto en el instante todo es mentira.

777 (Pág. 97 – 9)

Vivo con lúcida obsesión la conversión del presente en pasado. ¿Conversión? No..., mejor degradación. Una degradación que pienso y siento en cada uno de sus momentos.

778 (Pág. 97 – 10)

13 de julio de 1962.
Una noche espantosa. Ante noches similares es cuando siento deseos de volver a empezar, de rehacer la vida.

779 (Pág. 98 – 1)

Siempre he envidiado la soledad del hombre odioso.

780 (Pág. 98 – 2)

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