miércoles, diciembre 06, 2006

Fragmentos del 681 al 700

En aquellos tiempos en que me paseaba por toda Francia en bicicleta durante meses, me acuerdo del gran placer que me producía meterme en los cementerios de la campiña para fumar...

681 (Pág. 86 – 1)

Poseo algo más que talento, tengo el instinto de la nostalgia.

682 (Pág. 86 – 2)

“... La esperanza sin objeto no puede vivir” (Coleridge, Work without Hope, 1828).

683 (Pág. 86 – 3)

No creo que haya nadie más intrínsecamente sólo que yo.

684 (Pág. 86 – 4)

La nostalgia..., bálsamo y veneno de mis días. Me disuelvo literalmente en otra parte. Sabe Dios tras qué paraíso ando suspirando. Poseo la melodía, el ritmo del Excluido, y paso el tiempo tarareando mi desconcierto y mi exilio terrenal.

685 (Pág. 86 – 5)

Si se pudiera devenir loco por el puro desarrollo -“lógico”- de la tristeza, habría perdido la razón hace tiempo.

686 (Pág. 86 – 6)

Si el dolor es la esencia de la existencia, ¿cómo explicar que tan pocos consigan librarse y que la búsqueda de la salud sea tan rara? La esencia de la existencia es el apego a la existencia, por así decirlo la existencia misma. Que este cariño lleve en última instancia al dolor, cada cual lo decide sin querer sacar sus consecuencias. En el fondo, el grito de la humanidad es: “¡Antes el dolor que la liberación!”. Es porque el dolor es todavía existencia, mientras que la liberación no es más que una felicidad vacía.

687 (Pág. 86 – 7)

Nadie en Occidente se atreve a hablar como de una evidencia del “abismo del nacimiento”, expresión que encuentro a menudo en los escritos budístas. Sin embargo, el nacimiento más que un abismo es un precipicio.

688 (Pág. 86 – 8)

Una paradoja curiosa: estoy a punto de preparar un ensayo sobre... la gloria, en el preciso momento en que mi ineficacia, mi abulia y mi decadencia han alcanzado su punto máximo, en que he agotado hasta mis posibilidades de despreciar, en que, en una palabra, me rechazo a mi mismo y me considero un indeseable.

689 (Pág. 86 – 9)

La inocencia, la inocencia..., no se puede vivir sin inocencia.

690 (Pág. 86 – 10)
El diablo no es un escéptico: él niega, no duda nunca. Puede querer inspirar la duda, pero a él mismo no le afecta. Es un espíritu activo, porque toda negación implica acción.
Se puede hablar de los abismos de la duda, pero no de los de la negación.
La postura del escéptico es menos cómoda que la del demonio.

691 (Pág. 87 – 1)

No debería firmar lo que escribo. Cuando se busca la verdad ¿qué importa el nombre? Sólo importan, en definitiva, la poesía y el pensamiento anónimo, las creaciones de las que se han llamado “épocas sinceras”, anteriores a la literatura.

692 (Pág. 87 – 2)

Sólo los escritores menores se interrogan constantemente sobre el destino de su obra. Todo libro es perecedero, sólo la búsqueda de lo esencial no lo es.

693 (Pág. 87 – 3)

Lo trágico de los asuntos humanos se evapora cuando se los contempla un poco desde arriba. De hecho, la tragedia sólo existe para el hombre de acción.

694 (Pág. 87 – 4)

Cada día que pasa se perfila cada vez más netamente el mal que padezco: incapacidad de trabajar, una perpetua distracción, laxitud del esfuerzo que se extiende al cabo de una hora, bloqueo en una palabra. Tuve la lucidez suficiente de percibir hace tiempo los signos de mi precoz decrepitud, hace ya unos treinta años...

695 (Pág. 87 – 5)

El descontento conmigo mismo confina con la religión.

696 (Pág. 87 – 6)

Cambio de mesa, de silla, de habitación cada cinco minutos –digamos, para no exagerar, cada hora-, como si buscara un entorno ideal para trabajar, porque allí donde estoy nunca me parece el bueno; esta agitación risible me avergüenza hasta lo indecible. ¡A lo que he llegado, Señor! ¡Y a la edad en que los demás se lanzan con alborozo a sus empresas de largo aliento! Antes reventar que seguir así (7 de mayo de 1962).

697 (Pág. 87 – 7)

Que el diablo no sea un escéptico lo prueba el rol que se le ha atribuido en el curso del tiempo. Si estuviera sumido en la duda o dedicado a la conversión de los hombres, su importancia hubiera sido considerablemente menor. Se le asignó el imperio del mal, infinitamente más vasto que el de la duda. Reina sobre toda la humanidad, lejos de limitarse a soñar solamente las incertidumbres de algunos. Y tras la duda, lejos de conducir la actividad, se aleja de ella por contra: por así decirlo es el peor peso para el que le sigue y le propaga. Mientras que la negación es, de una manera u otra, siempre cómplice del acto. “El que siempre dice no” está casi tan lejos del escepticismo como un ángel. Y es casualidad que con anterioridad haya sido un ángel.

698 (Pág. 87 – 8) (Pág. 88 – 1)

Cuando no se cree en el amor, todavía es posible amar, del mismo modo que se puede combatir sin convicciones. Sin embargo, tanto en uno como en el otro caso, algo se ha roto. Un edificio en el que la fisura tiene algo de estilo.

699 (Pág. 88 – 2)

Ningún sujeto me parece tan importante como para que me tome la molestia de tratarle. Es un defecto de mi carácter que, para restarle trascendencia, llamaría “frivolidad desesperada”. Se presenta como una imposibilidad de centrarme y, al mismo tiempo, ofrece todos los síntomas de un obseso gravemente atento, por así decirlo, como totalmente inadaptado para salir de un círculo restringido, siempre el mismo, ¡precisamente de sujetos!

700 (Pág. 88 – 3)

1 comentario:

Guillermo da Costa dijo...

Hola, Jorgewic!
Compartimos la afición por E. M. Cioran. Te agradezco que hayas traducido una parte de esos "Cuadernos" a los que, de otra forma, no habría podido acceder, por desconocimiento del francés.
Leí la parte traducida por Tusquets, hace tiempo (he leído casi todo Cioran), y creo que en todas esas páginas de aforismos está reflejado el Cioran más auténtico y esencial, y que podemos atisbar las pasiones y angustias de un pensador fascinante. Ojalá pronto traduzcan las 1000 páginas de "Cahiers".
Visitaré de vez en cuando tus aportaciones en la red.
Un saludo.
http://www.suspiriadigital.com/readarticle.php?article_id=11